En el que podría ser su último día como presidenta de Brasil, Dilma Rousseff presentó una enérgica defensa de su trabajo al frente del país más poblado de América Latina, advirtió a los senadores de que impugnarla dañaría a una joven democracia y prometió desafiante que se irá peleando en lo que muchos ven como una batalla perdida.
Rousseff, que está suspendida desde mayo, ofreció un discurso de 30 minutos el lunes en su juicio político en el Senado y después se sentó para responder a preguntas de los senadores, que se prolongaron más de 14 horas hasta justo antes de la medianoche. El Senado tenía previsto comenzar el martes el proceso para una votación final sobre si se la destituye de forma permanente.
Aunque algunos diálogos fueron acalorados, la sesión fue en su mayoría civilizada. Las preguntas abarcaron diversos temas que han afectado al país desde que el proceso de impugnación se inició a finales del año pasado en la cámara baja, polarizando al país.
Los senadores de oposición acusaron a Rousseff de saltarse las leyes de disciplina fiscal para ocultar agujeros en el presupuesto federal, afirmando que eso exacerbó una recesión que ha provocado una inflación del 10% y noticias diarias sobre despidos.
Rousseff rechazó de plano el argumento, afirmó que no había violado ninguna ley y señaló que presidentes anteriores emplearon técnicas contables similares. La mandataria dijo que se había visto obligada a tomar duras decisiones presupuestarias ante los menguantes ingresos y a la negativa de sus rivales en el Congreso a trabajar ocn ella.
En todo caso, añadió, el proceso de juicio político ha exacerbado la recesión en la economía más grande de Latinoamérica, y culpó de ello a la oposición, la cual ha argumentado que la mandataria debe ser destituida a fin de mejorar el ambiente financiero.
«Sé que seré juzgada, pero mi conciencia está limpia. No he cometido delito alguno», declaró Rousseff a los senadores que la escuchaban atentamente, en contraste con la estridencia habitual de esa cámara.
Para que Rousseff sea retirada definitivamente del cargo, cuando menos 54 de los 81 senadores tienen que votar a favor. Conteos efectuados por medios de comunicación locales encuentran que 52 senadores han dicho que planean votar para retirarla del puesto, mientras que 18 se oponen y 11 no han definido su posición al respecto. En mayo, la misma cámara votó 55-22 para suspenderla y hacerle un juicio político.
«Los necesito a todos, al margen de los partidos políticos» dijo Rouseff al final de su intervención ante los senadores, a los que instó a mantenerla en el puesto. Su respuesta fue tibia.
Rousseff había tenido antes duras palabras para su vicepresidente, Michel Temer, que asumió el cargo cuando ella fue apartada y terminará su legislatura si el Senado la impugna definitivamente.
Lo llamó «usurpador» y afirmó que los brasileños jamás habrían elegido a un hombre que nombró un gabinete exclusivamente de hombres blancos en un país en el que más de 50% de la población no es de esa raza.
Este martes se celebrará el debate final, en el que los 81 senadores podrán hablar por 10 minutos y en el que la acusación y defensa presentarán sus alegatos finales durante una hora y media cada uno, con derecho a sendas réplicas de una hora, por lo que si se respetan los tiempos, la sesión se puede extender por 18 horas.
Esta es la primera oportunidad que tuvo la mandataria de defenderse en el Congreso. Y es la última carta antes de la votación que decidirá si la destituye o no./AP