
Ana María Cañizares Sánchez @anniecanizares
“La confusión se apoderaba de miles de ciudadanos. El dolor se imponía en medio de la tragedia. Era el caos producto del horror.”
Volvemos la mirada 15 años atrás. Cada uno de nosotros recordará lo que estaba haciendo aquella mañana del 11 de septiembre del 2001 cuando el mundo se paralizaba sin dimensionar, en las primeras horas, lo que significaría uno de los hechos más dolorosos de la historia.
19 terroristas de la red yihadista de Al Qaeda divididos en cuatro grupos. Algunos hermanos, entrenados durante años, incluso en Estados Unidos, secuestraron 4 aviones comerciales sabiendo que morirán.
A las ocho y cuarenta y seis minutos el vuelo 11 de American Airlines se estrella contra la torre norte del World Trade Center. Así empezó una mañana de horror para los Estados Unidos.
A las nueve y dos minutos el vuelo 175 de la compañía United impactó contra la torre sur. Los íconos de Nueva York lucían en llamas y en su interior se incrementaba la angustia de miles de trabajadores y visitantes, varios de ellos prefirieron saltar al vacío.
De inmediato fue notificado el entonces presidente George W. Bush de que el país se encontraba bajo ataque. Bush estaba reunido con niños en una escuela primaria de la Florida, el primer mandatario permaneció varios minutos sin capacidad de reacción. Y poco después, ante la mirada atónita de comunidad internacional, hacía su declaración de guerra al terrorismo.
Todos los edificios oficiales del país fueron evacuados y los servicios de inteligencia permanecían en alerta máxima. El espacio aéreo de Estados Unidos se cerró y los vuelos fueron cancelados. Era el caos producto del horror.
Un tercer avión impactó contra el Pentágono y el cuarto lo hizo en un campo abierto de Pensilvania tras una lucha entre los secuestradores, la tripulación y los pasajeros.
Minutos antes caía la torre sur del World Trade Center y media hora después la torre norte. El mundo veía perplejo como estos símbolos del poder económico se reducían a escombros.
La confusión se apoderaba de miles de ciudadanos. El dolor se imponía en medio de la tragedia. Las reacciones de líderes mundiales no cesaban en medio de una pesadilla interminable.
Producto de los 4 ataques terroristas, 2992 personas murieron y 6000 resultaron heridas, 24 más siguen desaparecidas. Entre las víctimas se contaron bomberos y policías que se convirtieron en los héroes del rescate. Así como decenas de latinoamericanos, entre ellos 15 ecuatorianos.
Al poco tiempo las miradas se dirigían a Osama Bin Laden líder de Al Qaeda quien se atribuyó la dirección de los atentados. Se convirtió en el hombre más buscado por los servicios de inteligencia norteamericanos.
Quince años después esta fecha es recordada con tristeza por el mundo. Fue el reflejo de la venganza y el odio desmedidos. Tras quince de los ataques del 11S, la actividad terrorista se mantiene y va en alza.
Por Ana María Cañizares