Por RedacciĆ³n Transmedia Digital
Ā«Eduardo vive, la lucha sigueĀ». Con esa consigna, decenas de mujeres amazĆ³nicas de varias comunidades indĆgenas marcharon en Quito, el miĆ©rcoles 8 de marzo del 2023, DĆa Internacional de la Mujer. Una de sus demandas durante la movilizaciĆ³n fue que se haga justicia por el asesinato del lĆder indĆgena, que tuvo lugar el pasado 26 de febrero.
En la tarde de ese domingo, Eduardo MendĆŗa, un dirigente AiāCofĆ”n, estaba con su esposa en su chakra, a la orilla del rĆo Aguarico, en la provincia amazĆ³nica de SucumbĆos. La pareja cosechaba uno de sus sembrĆos cuando, de repente, vibraron los disparos.
Al menos cinco encapuchados acabaron con la vida de MendĆŗa, tras dispararle por la espalda. SegĆŗn la PolicĆa, eran de su misma comunidad, la de Dureno. La ConfederaciĆ³n de Nacionalidades IndĆgenas del Ecuador (Conaie), por su parte, responsabilizĆ³ a la estatal Petroecuador y al Estado por el crimen.
Aunque las partes se contradicen, lo cierto es que ambas tienen la razĆ³n. Comuneros y personas que trabajaban con Eduardo MendĆŗa dicen que Dureno estĆ” dividida. Pero tambiĆ©n aseguran que la razĆ³n de aquello es Petroecuador.
Esa comunidad no es la Ćŗnica dividida en Ecuador por el extractivismo. Otras en el paĆs atraviesan por la misma situaciĆ³n, con la llegada de los proyectos mineros y petroleros a su territorio. Por un lado, estĆ”n los defensores de la naturaleza, que se oponen a los proyectos, y por otro, los que apoyan el extractivismo. Las consecuencias de esa enemistad han causado fuertes divisiones y violencia.
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El caso de Dureno
El conflicto en Dureno, la comunidad CofĆ”n que vio nacer a Eduardo MendĆŗa, data de hace mĆ”s de 40 aƱos. De acuerdo con una investigaciĆ³n de Pablo Lagos, publicada en la revista Flacso Andes, todo comenzĆ³ en 1979, cuando Texaco abriĆ³ un pozo petrolero llamado Dureno, sin consultar a la comunidad y con autorizaciĆ³n del Estado. Debido a la oposiciĆ³n de los comuneros, Texaco se fue en 1998. Pero aƱos despuĆ©s, en 2013, Petroecuador intentĆ³ reiniciar la actividad.
SegĆŗn Jorge Acero, defensor de los derechos humanos y abogado de Amazon Frontlines, la petrolera estatal llegĆ³ a un acuerdo con la comunidad y se firmĆ³ un convenio de compensaciĆ³n social. A cambio de proyectos sociales, seƱala, la empresa pidiĆ³ que se les facilite el ingreso al territorio y los lĆderes de ese entonces aceptaron, pero el acuerdo llegĆ³ a su fin en 2018.
En ese aƱo, Acero sostiene que Petroecuador presentĆ³ un proyecto, sin hacer consulta previa, para ampliar la explotaciĆ³n y construir tres plataformas con 10 pozos petroleros cada una. Con la llegada de este proyecto, agrega el abogado, Dureno se dividiĆ³ entre los que sĆ querĆan que la compaƱĆa entrara y los que no.
Los defensores del territorio aseguran que Petroecuador les prometiĆ³ trabajo y dinero a varios comuneros y que por eso se dividieron. Jorge Acero dice que se sabe que Silverio Criollo, presidente de la Comunidad CofĆ”n de Dureno, negociĆ³ con Petroecuador.
En 2022, Criollo y quienes estaban de acuerdo con la entrada de la petrolera empezaron a ayudar en la construcciĆ³n de un camino y eso ahondĆ³ la crisis, sostiene Acero. Como respuesta, asegura que MendĆŗa y otros defensores āiniciaron una medida de hecho para evitar la continuidad de los trabajosā.
Pero la violencia fue escalando. AndrĆ©s Tapia, comunicador de la ConfederaciĆ³n de Nacionalidades IndĆgenas de la AmazonĆa Ecuatoriana (Confeniae), relata varios hechos con respecto a la crisis en Dureno. En enero de 2023 hubo un enfrentamiento en la comunidad por el que varias personas resultaron heridas, seƱala.
Desde entonces, dice Tapia, ya se alertaba de una crisis peor y, finalmente, la violencia llegĆ³ a su punto mĆ”s Ć”lgido cuando asesinaron a Eduardo MendĆŗa. LĆderes indĆgenas culparon a Petroecuador por el crimen. Pero, segĆŗn Acero, no lo hicieron por haber matado al dirigente, sino por la crisis que habrĆa creado tanta enemistad en la comunidad.
El caso de Buenos Aires
Lo que sucediĆ³ en Dureno no es un caso aislado. Habitantes de la Merced de Buenos Aires, una parroquia en la provincia andina de Imbabura, tambiĆ©n aseguran que su comunidad se ha fraccionado debido al extractivismo.
En 2017, todos en la parroquia tenĆan un mismo objetivo: expulsar a cientos de mineros ilegales que se habĆan adentrado en su territorio. Tras varias comisiones y un duro trabajo comunitario, las autoridades lograron desalojar a estos mineros en 2019. āPensamos que entonces ya todo iba a estar bien, pero noā, dice LucĆa Chicaiza, presidenta del colectivo Bonarences Unidos Protegiendo el Ecosistema (Buproe).
Apenas se fue la actividad ilegal, a Buenos Aires llegĆ³ la minera Hanrine y desde entonces, asegura Chicaiza, el problema āes graveā. Hay quienes apoyan a la empresa y quienes no. La presidenta de Buproe dice que la aceptaciĆ³n de muchos se da porque āles ofrecen trabajo de por vida, les ofrecen pagarles bienā.
Gabriela Fraga, defensora de los derechos humanos, dice que se ha posicionado tanto a la minerĆa como sinĆ³nimo de desarrollo que a muchas personas no les ha importado pelearse con los amigos o la familia. āHa habido unas rupturas terribles; hay padres e hijos que no se han vuelto a hablar; y quĆ© se puede esperar de los amigosā, dice.
Pero la divisiĆ³n en Buenos Aires no termina con familias peleadas o amistades rotas. La discordia en la parroquia ha escalado a actos violentos, denuncias y acoso. La activista dice que ādescribimos a Hanrine como sinĆ³nimo de violencia porque prĆ”cticamente desde que llegaron se han vivido muchĆsimos escenarios de conflictosā.
Por ejemplo, la Alianza de Organizaciones por los Derechos Humanos denunciĆ³ que en agosto de 2021, 500 policĆas entraron a La Merced de Buenos Aires en tanquetas y buses para garantizar las actividades de la minera. Eso provocĆ³ enfrentamientos entre los defensores de la naturaleza y los uniformados, que tenĆan el apoyo de una parte de la comunidad, relata Chicaiza.
Pero los que defienden la minerĆa tampoco tienen todo tan fĆ”cil. La lideresa dice que a los 80 o 100 comuneros que trabajan en Hanrine nadie en la comunidad les da trabajo y a todos los tratan con indiferencia. La lideresa explica que hacen eso porque le dieron la espalda a su pueblo. En 2021, cuando hubo un enfrentamiento con la PolicĆa, āellos nos golpearon, nos lanzaron piedras y dieron nuestros nombres para que nos denuncien; el daƱo que hicieron a la poblaciĆ³n no es pocoā, dice.
La fractura de la comunidad āes bien tristeā, concluye Gabriela Fraga. La defensora de derechos dice que le duele ver cĆ³mo varias empresas han llegado a pueblos pequeƱos, como Buenos Aires, a ādaƱar toda la tranquilidad y la paz que los caracterizabaā.
El caso del Pueblo Shuar Arutam
Otro pueblo golpeado y fracturado por el extractivisimo es el Pueblo Shuar Arutam (PSHA), en la provincia amazĆ³nica de Morona Santiago. AllĆ, la amenaza de la minerĆa ha causado conflictos internos que han fraccionado al pueblo.
En los Ćŗltimos aƱos, la minera canadiense Solaris Resources ha intentado avanzar con el proyecto Warintza. Pero Josefina Tunki, presidenta del PSHA, y gran parte de las comunidades se ha opuesto firmemente, asegura.
Sin embargo, dice Tunki, la empresa se ha esforzado por convencer a varias comunidades para que permitan que el proyecto avance. Dos de las 47, la Warints y la Yawi, ya han accedido. En enero de 2019, el Pueblo Shuar Arutam informĆ³ que las dos comunidades firmaron un memorando de entendimiento con la empresa para la realizaciĆ³n de actividades de exploraciĆ³n minera. Aunque en nĆŗmero parece poco, las dos son puntos estratĆ©gicos porque se ubican justamente en el Ć”rea del proyecto de Solaris.
Josefina Tunki dice que estas acciones se tomaron en contra de lo decidido por el Pueblo Shuar Arutam. La lideresa asegura que ālos chantajes de la empresa nos ha debilitado como organizaciĆ³nā. AdemĆ”s, sostiene que las mineras que amenazan al pueblo que dirige āhan ocasionado grandes conflictos y divisiĆ³n entre las familias y entre las comunidadesā. A varios defensores de la naturaleza, los han denunciado y a ella incluso la han amenazado de muerte, seƱala.
Con tristeza, la lideresa cuenta que āantes de que estas empresas aparecieran no habĆa estos conflictos, divisiĆ³n y desconfianzaā. Tunki dice, con nostalgia en su voz, que los shuar siempre han sido unidos, en todo Ć”mbito. Confiesa que le duele ver cĆ³mo se han peleado tanto Ā«por unas empresas que solo ocasionan problemas y violan sus derechosĀ».
Solaris ya estĆ” en la etapa de exploraciĆ³n. Pero Josefina Tunki dice que van a seguir oponiĆ©ndose. āEl Pueblo Shuar Arutam ya decidiĆ³. Ā”No a la minerĆa!ā, sentencia.
El anƔlisis de una experta
Elisa Levy, biĆ³loga y vocera del Observatorio de conflictos mineros, sociales y ambientales del norte del Ecuador (Omasne), dice que la fractura del tejido social es āun patrĆ³n que se repite en varios territorios a escala mundialā. Es ācomo una estrategia que usa la industria extractiva para dividir a las comunidades y que sea mĆ”s fĆ”cil su ingresoā.
En Ecuador, dice Levy, muchos proyectos extractivos se dan en territorios que han sido histĆ³ricamente abandonados por el Estado. Por ello hay precariedad en el sistema de salud, en la educaciĆ³n y en la vialidad. AsĆ, explica la biĆ³loga, cuando las empresas extractivistas entran a los territorios, āllegan ofreciendo mejorar eso que deberĆa hacer el Estado pero que no haceā.
SegĆŗn Levy, por estas razones es comprensible e inevitable que dentro de las comunidades haya personas que estĆ©n a favor y otras en contra. La experta dice que la situaciĆ³n es triste porque al no haber una adecuada consulta previa, muchas empresas Ā«llegan y solo cuentan un lado de la historia; no les dicen quĆ© pasa despuĆ©s, y eso crea mĆ”s divisiĆ³nā.
La biĆ³loga, quien trabaja de cerca con comunidades afectadas por la minerĆa dice, ademĆ”s, que las industrias extractivas āson muy inteligentes al elegir a quiĆ©n contratanā. Levy asegura que es un āaccionar maquiavĆ©lico porque son conscientes de lo que hacenā. SegĆŗn ella, buscan generar una divisiĆ³n y āponer a la comunidad a enfrentarse, mientras ellos continĆŗan con sus proyectosā.
ĀæQuĆ© dicen el Estado y las empresas?
MarĆa Eulalia Silva, presidenta ejecutiva de la CĆ”mara de MinerĆa del Ecuador, dice que las acusaciones āson absolutamente falsasā. Asegura que hay una industria minera responsable, que busca generar impactos positivos en las comunidades. Por ello cree que se confunde con chantaje a los ābeneficios que la industria brinda a las comunidadesĀ». Y asegura que esa es Ā«una forma muy egoĆsta y muy tergiversada de ver las cosasā.
Silva dice que la minerĆa como polĆtica empresarial siempre busca āgenerar impacto positivo en las comunidades de influenciaā. Eso, sostiene, se logra con empleo y encadenamiento productivo. Muchas de las compaƱĆas mineras tienen un esquema mediante el cual se busca contratar primero a gente de la comunidad. AsĆ, seƱala, se cumplen tambiĆ©n las disposiciones de las leyes de MinerĆa y de RĆ©gimen Especial AmazĆ³nico, que establecen cuotas para la contrataciĆ³n de locales.
āSi todas esas visiones de desarrollo son tomadas como algo negativo o son tomadas como una prĆ”ctica tendenciosa, simplemente hay que decir que es lamentable y que no es asĆā, sostiene Silva.
Al ser consultada sobre los supuestos incentivos econĆ³micos que se entregan a las comunidades, la presidenta de la CĆ”mara de MinerĆa, dijo que āno es ciertoā. Lo que sĆ pasa, asegura, es que cuando una industria minera entra en un territorio āhay una gran alternativa de desarrolloā.
Teleamazonas enviĆ³ un pedido de informaciĆ³n al Ministerio de EnergĆa y Minas y a la estatal Petroecuador sobre este tema. Sin embargo, hasta la publicaciĆ³n de este reportaje no hubo respuesta.