La FIFA abre su congreso en Doha en medio de polémica e intento de reconciliación

Muy dividido, el mundo del fútbol espera superar sus diferencias a partir de este jueves en Doha, donde la FIFA empezó su Congreso.

El evento llega después de semanas agitadas por la exclusión de Rusia de Catar-2022 y el polémico proyecto de un Mundial bienal.

En el Centro de Exposiciones de Doha, los delegados de las distintas federaciones tomaron posiciones para esta cita. Es el primer congreso presencial tras dos ediciones sucesivas por videoconferencia debido a la pandemia.

En busca de la paz social antes del sorteo el viernes para la fase final de la Copa del Mundo (del 21 de noviembre al 18 de diciembre en Catar), la Federación Internacional ha desechado por ahora su idea de doblar la frecuencia de su competición reina a partir de 2026, ante la revuelta con la que amenazaban los grandes clubes europeos y los aficionados.

El orden del día de este 72º Congreso se anuncia muy clásica en el Centro de Exposiciones de Doha. Se prevé el discurso del presidente Gianni Infantino y el voto del presupuesto.

Infantino termina su segundo mandato en FIFA en 2023; pero adelantó que «Aspiraré a mi reelección» el próximo año.

Rechazo al mundial cada dos años

Los detractores del Mundial bienal, con la potente UEFA a la cabeza, reiteraron su rechazo a algún proyecto de este tipo. Aleksander Ceferin, presidente de UEFA, se mostró convencido que el proyecto, que amenaza directamente a la competición faro en Europa, la Liga de Campeones, está ahora «descartado».

Organizar una gran competición en alternancia cada verano (boreal), Mundial o torneo continental (Eurocopa, Copa América…) alteraría en efecto el ecosistema en el que vive el fútbol masculino desde 1930 y el femenino desde 1991, con el Mundial cada cuatro años. 

Y amenazaría también el paisaje deportivo mundial, algo que inquieta al Comité Olímpico Internacional (COI). Es que el fútbol invadiría también el espacio de los Juegos.

Por su parte, la FIFA prometió en diciembre más ingresos «de solidaridad» a cada una de sus federaciones si el plan llegaba a buen puerto. Con ello buscaba asegurarse el apoyo de las federaciones africanas y asiáticas. Estas temen el aumento de la desigualdad frente al riquísimo fútbol europeo.

Este frente opositor, liderado por la UEFA y la Conmebol, despierta también numerosos interrogantes: ¿qué impacto tendrá en la salud física y mental de los jugadores, en la economía de las competiciones domésticas, en los clubes que deben liberar a sus internacionales, en los aficionados que ahorran dinero y usan sus vacaciones para acompañar a su selección?

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