Frío, hambre, irregularidad: El reto de ser venezolano en Ecuador

Por Melisa Zurita

Un lugar en el que “hace un frío que ni el diablo aguanta”. Así describe el venezolano Jerson Navarro al albergue nocturno y a la intemperie en el que pasó las últimas seis noches, en un parterre cercano a la terminal Terrestre de Carcelén, en el norte de Quito.

Con un suspiro y mirada triste, el joven de 23 años cuenta que llegó a la ciudad el 23 de febrero. Jerson prefiere el calor y no quiere seguir en situación de calle, por lo que aspira a conseguir un ingreso económico, pero en Esmeraldas.

Ha escuchado que en la ‘provincia verde’ hay trabajo para los migrantes. “Dicen que hay opciones para personas que saben de construcción. Un amigo ya se fue y yo espero irme pronto porque el frío de las noches me está acabando”.

Él es uno de los migrantes provenientes de Venezuela que han llegado a Ecuador por pasos irregulares. Según la Plataforma de coordinación interagencial para refugiados y migrantes de Venezuela (R4V), aproximadamente medio millón de refugiados y migrantes de ese país viven en Ecuador. De ellos, el 73% se encuentra en situación irregular.

Ecuador emprendió registro de permanencia migratoria

En septiembre del 2022, el Ministerio del Interior inició el registro de permanencia migratoria para recabar información de los ciudadanos extranjeros que se encuentran en el país.  Andrés Naranjo, director de Servicios Migratorios de la Cartera de Estado, dice que 130 351 ciudadanos se registraron hasta el lunes 13 de marzo de 2023.

La primera fase del proceso se enfocó en ciudadanos venezolanos y sus grupos familiares que ingresaron por pasos regulares. En noviembre del 2022 se inició la segunda fase para extranjeros de otras nacionalidades que ingresaron por pasos de ese mismo tipo.

Y la última fase de este registro se inició el 17 de febrero del 2023 y se enfoca en venezolanos que ingresaron al Ecuador por pasos irregulares. En este último caso ya se han inscrito cerca de 10 000 personas, señaló Naranjo.

El objetivo, según el funcionario, es conocer quiénes son, dónde se encuentran y qué características tienen. También que puedan acceder a un proceso de regularización, del que se encarga la Cancillería, a través de la emisión de una Visa de Residencia Temporal de Excepción (Virte).

El trámite está habilitado, hasta este 15 de marzo del 2023, únicamente para los ciudadanos contemplados en la primera fase del registro, es decir, aquellos que llegaron al país de manera regular.

«Me da mucha vergüenza tener que pedir dinero en la calle o esperar que un alma buena me regale unas monedas. Pero sé que es momentáneo. Algún día mi historia va a cambiar».

Jerson Navarro

En las calles de Quito, los migrantes venezolanos venden dulces para subsistir. Foto: cortesía.

Miedo al registro

Aunque el registro es gratuito y se lo realiza por medios electrónicos, Jerson asegura que no sabe cómo hacerlo y cuenta que tiene miedo. Su temor es que al registrar sus datos ocurra algo que sea perjudicial para él. Además no cuenta con un celular y tampoco tiene acceso a una computadora para hacerlo.

Esta realidad, dice, la viven también sus ‘paisanos’ recién llegados, ya que desde que emprenden su viaje desde Venezuela empiezan a deshacerse de sus bienes para costear el desplazamiento.

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Una postura similar tiene José Miguel Calderón, venezolano que lleva cerca de dos años «sobreviviendo» en Ecuador. Él no quiere registrarse por temor a ser deportado y porque espera que su estadía en Ecuador sea momentánea. Su sueño es vivir en Miami (EE.UU.), tener un trabajo estable y volver a ver a su pequeña hija de 4 años, que aún vive en Venezuela.

Pero, según el funcionario Naranjo, el temor es innecesario. Asegura que lo que se busca es obtener la información necesaria de los migrantes para que el Estado determine y dimensione la política pública que es necesaria para su atención. «Caso contrario es muy difícil generarla sobre información que no se conoce. Mucho más cuando hay ciudadanos que ingresaron por pasos irregulares y no se tiene una notificación de su registro en el país», señala.

Situación económica y alimentación

La realidad de José Miguel es algo diferente a la de Jerson. Él arrienda una pieza por 60 dólares mensuales y logró comprar una cama, una cocina, un tanque de gas y unos cuantos enseres. Lo hizo gracias al ahorro de trabajos esporádicos que ha conseguido en Quito.

El joven de 22 años reconoce que tener un lugar para vivir es un ‘alivio’, pero también representa una gran preocupación, ya que reunir el dinero para pagar el arriendo y los servicios básicos resulta un verdadero reto. Cuenta que varias veces ha tenido que dejar de comer o ‘engañar el estómago’ con algún dulce para cumplir con esas responsabilidades.

Su historia es un ejemplo de la estadística del Grupo de Trabajo para Refugiados y Migrantes (GTRM) en Ecuador. Su última evaluación, presentada en diciembre de 2022, concluyó que el 65,9% de personas en movilidad humana de Venezuela que viven en Ecuador no tienen suficiente acceso a alimentación.

De acuerdo con la evaluación, la necesidad de integración económica también es primordial. El 54,1% de integrantes de los grupos familiares es mayor de edad. No obstante, solo el 65,7% de ellos tienen empleo y, de ese porcentaje, apenas el 21% cuenta con uno formal.

«Aquí en Ecuador con un dólar comes aunque sea un papipollo. En Venezuela no te alcanza para nada. Ahí está la diferencia».

José Miguel Calderón

Carteles hechos de cartón son una herramienta en la que migrantes venezolanos expresan sus necesidades. Foto: cortesía.

Una dura realidad

En los alrededores de la terminal de Carcelén, cerca de una veintena de migrantes venezolanos ‘se buscan la vida’ en espera de un oficio, trabajo ocasional o unas cuantas monedas. Se trata de personas solas, parejas, padres e hijos y hasta familias enteras que aprovechan los semáforos en rojo para pasar entre los vehículos y pedir ayuda. Y no solo sucede en ese sector.

En las calles de Quito se observa a los migrantes con carteles. Ofrecen dulces, limpian parabrisas, cargan bultos y cantan en unidades de transporte público. Prueban con diversas actividades, en el intento de costear su diario vivir.

José Iván Dávalos, jefe de misión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Ecuador, dice que en el país hay más de 50 organizaciones no gubernamentales que trabajan para dar atención primaria a los extranjeros que llegan en situaciones precarias. También buscan encaminarles al registro migratorio para que logren regularizarse, sostiene.

El sistema informático de Visas de Regulación muestra que hasta el lunes 13 de marzo Ecuador ha recibido 58 895 solicitudes de visa, de las cuales 43 769, es decir, el 74,31%, se otorgaron a ciudadanos venezolanos. De ellos, 26 742 cuentan con su cédula y están habilitados para acceder a los beneficios que brinda la seguridad social.

Más allá de las cifras están los anhelos y necesidades de los migrantes. Jerson y José Miguel limpian vidrios, cargan maletas, barren veredas, entre otras actividades, para ganarse la voluntad de la gente y ser retribuidos con alguna moneda.

“Yo me considero un viajero empedernido. La vida en la calle ya no me asusta. Solo quiero estabilizarme, ganar la tenencia legal de mi hija y ser feliz”, dice José Miguel, con una sonrisa en su rostro.

En cambio, Jerson procura no quebrarse y, con una voz tímida, confiesa que sueña con un abrazo de su madre. Uno “de esos que te reinician y te hacen olvidar que la vida tiene dificultades”.

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