México llega a 100.000 muertos con miedo a rebrotes y una economía enferma

Sin tregua, el coronavirus ha dejado ya en México más de 100.000 fallecidos, un sistema de salud exhausto y una economía entre las cuerdas que amenaza a millones de personas, todo ello azuzado por un controvertido discurso oficialista.

México es hoy el cuarto país del mundo por muertos -detrás de Estados Unidos, Brasil e India- y el undécimo por contagios.

Los 1.019.543 casos y 100.104 decesos confirmados rebasan por mucho las primeras proyecciones de Gobierno, que evitan ya hacer estimaciones del impacto al ver sobrepasadas todas sus métricas.

Positivamente, el país ha capeado la crisis y no ha registrado imágenes trágicas de hospitales colapsados o cuerpos en las calles, pero arrastra un sinfín de problemas con consecuencias difíciles de predecir.

COMBATE DESIGUAL

El sistema de salud está agotado con trabajadores sanitarios enfrentando a este tramposo virus y a veces incluso dejándose la vida.

El país acumula 144.083 profesionales de la salud contagiados y 1.924 defunciones confirmadas y Amnistía Internacional alertó que México es el país del mundo con más decesos de personal médico.

En el Hospital Juárez de México trabajan a un ritmo frenético y aunque ahora la ocupación es del 67 % en el área covid-19, los meses han dejado mella.

Tratamos a «un paciente que está al borde de la muerte, y tienes que estar ahí todo el tiempo. Y no es uno, son muchos pacientes», explica a Efe la encargada de Terapia Intensiva en Área Covid del hospital, Jessica Garduño.

La doctora, especialista en medicina crítica, apela a la «fuerza mental» y reconoce que algunos compañeros han caído incluso en depresión. Además, se muestra muy preocupada por esta compleja dicotomía: mientras el sistema de salud se consume, parte de la ciudadanía vive despreocupada.

El pasado fin de semana, por ejemplo, centenares de bañistas abarrotaron las playas de Acapulco.

«En mi país los recursos se van a ir agotando, como en todos lados. (…) Y el problema es que la gente allá fuera no se cuida, no guarda la distancia», lamenta.

Los pacientes no han dejado de llegar a este hospital de referencia. Personas como María del Rosario Jhweste, que a sus 69 años lleva siete días internada.

«No sé cómo haya sido, pero caí», cuenta a Efe la mujer con un hilo de voz. A diferencia de tantos otros, ella «sí» cree en el virus y siempre usa mascarilla, sobre todo desde que murió su cuñada por covid-19 el 26 de junio.

A su lado, Margarita Hernández no deja de toser. Tiene 59 años, es limpiadora y no se confinó al primer síntoma. La economía familiar manda.

«En el día me sentía bien y en la tarde llegaba y me sentía cansada, agotada. Pero tenía que echarle ganas, que trabajar», expresa a Efe.

Hasta que el cuerpo le dijo basta y fue hospitalizada.

CHOQUE DE VISIONES

Autoridades y expertos debaten sobre si el país vive una «segunda ola» como en naciones europeas o si todavía continúa la primera.

México tuvo su primer caso a finales de febrero pasado y cerró todas las actividades no esenciales en abril y mayo, aunque el confinamiento no era estricto para no perjudicar a millones de trabajadores informales.

Recientemente, las autoridades reconocieron rebrotes en varios estados del país y la capital volvió a cerrar bares y recortó horarios de restaurantes, cines y museos.

En este contexto no ha dejado de sorprender -incluso escandalizar- la visión del presidente y parte de su séquito.

El presidente Andrés Manuel López Obrador no usa nunca mascarilla a sus 67 años y dice que sus asesores no se lo aconsejan.

Y aunque impulsó acuerdos con hospitales privados para evitar la saturación del sector e impulsó en la ONU una resolución a favor de la vacuna universal, abundan las contradicciones.

PANDEMIA

A principios de la pandemia, se estimaba que habría menos de 10.000 muertos, una cifra hoy totalmente desbordada, con todo el dolor que inflige.

Pero para el secretario de Salud, Jorge Alcocer, la pandemia está «en control», y aunque hay un alza de contagios, se ha disminuido el número de fallecimientos.

«México es de los países de América con menos fallecidos en proporción a su población», recordó este mismo viernes López Obrador, quien aseguró que desde el Gobierno «hemos hecho todo y lo vamos a seguir haciendo».

Estas afirmaciones contrastan con los propios datos oficiales que reflejan, por ejemplo, un claro subregistro.

Las autoridades computaron entre enero y septiembre de 2020 un exceso de mortalidad del 37 % con 193.000 muertes más de las esperadas.

La gestión de la pandemia ha sido muy criticada y causado enormes tiranteces con los estados y la oposición.

Para Malaquías López, profesor de Salud Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la no obligatoriedad de usar cubrebocas, el exceso de movilidad y, sobre todo, la falta de pruebas, dispararon la epidemia. «Trabajamos a ciegas», dice a Efe.

Además, definió las predicciones gubernamentales como «fatalmente equivocadas» por estipular una reapertura social y económica desde junio, cuando había un alto nivel de contagios.

Además, lamenta que se apueste por la «mitigación» en lugar de la prevención: «Esta guerra se tenía que ganar entre la comunidad, no en el hospital».

EL ÚLTIMO ADIÓS

En el panteón municipal de Chalco no cabe casi un alma pese a que hace unos meses se abrió un nuevo predio en este camposanto de la periferia capitalina.

Las humildes cruces recuerdan los estragos de la pandemia. Desde abril se han enterrado más de 500 cuerpos, aunque no todos murieran por el «pinche» virus.

«Llegaban de todo tipo, a veces de covid, o de cualquier otra cosa, ya sea asesinato, y cosas así», resume Francisco Javier Rivera, enterrador de 17 años que ya no usa traje de protección porque es «muy tedioso». EFE