Peleó por derechos de la mujer afgana, se tuvo que exiliar

Dos meses después de que el Talibán tomase el poder en Afganistán, una de las mujeres más prominentes del país, exparlamentaria, candidata a la presidencia y postulada al Premio Nobel de la Paz, visita la Organización de las Naciones Unidas, no como representante de su gobierno, sino como exiliada.

En una entrevista con la Associated Press, Fawzia Koofi pidió que la ayuda humanitaria para Afganistán sea condicionada a que las mujeres participen en su distribución y a que se permita a los afganos entrar y salir libremente del país.

“No se debe politizar” la ayuda, sostuvo. “Las mujeres deberían participar en todas las etapas (de su distribución) y ser escuchadas. Las mujeres no pueden ser solo receptoras” de la asistencia, insistió Koofi, quien es parte de una delegación de mujeres afganas que visitan la ONU para exhortar a los estados miembros a que luchen por la inclusión y la igualdad de derechos en Afganistán.

Desde que escapó de Kabul en agosto, Koofi ha estado viviendo en hoteles de Europa. Describió lo mucho que le duele haberse tenido que ir de su país, la anulación de dos décadas de progresos y la búsqueda de una residencia permanente para ella y sus dos hijas.

“Este no es el Afganistán por el que peleamos”, dijo a la AP. “El Afganistán que yo quería era uno en el que las mujeres no sufriesen lo que sufrí yo durante mi infancia y adolescencia, cuando el Talibán tomó el poder”.

“Quería que otras niñas disfrutasen al menos de la libertad de elegir a qué escuela quieren ir. Pero ahora están limitadas a elegir en qué habitación de su casa quieren pasar el día. Es algo atroz”.

Koofi fue vicepresidenta del parlamento y una de solo cuatro mujeres que participaron en conversaciones para compartir el poder con el Talibán, las cuales fracasaron. Dice que el compromiso del Talibán cambió después de que se firmó un acuerdo de paz con Estados Unidos en febrero del 2020.

“Cuando firmaron el acuerdo, se tornaron mucho más extremistas, solo querían ganar tiempo y preferían una estrategia militar”, manifestó.

Los combatientes talibanes apelaron a esa estrategia durante el verano, tomando una provincia tras otra, hasta llegar a Kabul en agosto. Cuando el presidente Ashraf Ghani huyó, el Talibán ingresó a la capital, generando pánico entre sus opositores, que temieron por sus vidas y por sus futuros.

La victoria de los talibanes representó un golpe mortal para las esperanzas de un acuerdo político que preservase los avances de las mujeres en los campos de la educación, el trabajo y el sistema legal, según Koofi.

Koofi cuestionó a los “líderes mundiales”, en una aparente alusión al presidente estadounidense Joe Biden. “En su condición de superpotencia, Estados Unidos tiene una gran responsabilidad y debería rendir cuentas”, manifestó.

Cuando anunció el retiro de las fuerzas de Estados Unidos, Biden dijo que debía cumplir los plazos acordados por el gobierno de Donald Trump y que Estados Unidos no podía extender su presencia en Afganistán y esperar otros resultados.

Koofi, sin embargo, estima que se pudo haber evitado la ruptura de las conversaciones de paz y la toma del poder por parte del Talibán. Entre lágrimas, dijo que “lidiamos con este trauma todos los días”.

Sus antiguas colegas en el parlamento, mujeres que llegaron a ser juezas y condenaban a personas afiliadas al Talibán, así como algunas periodistas que hablaron en contra de esa organización ahora tienen miedo, expresó.

Acotó que el Talibán también debe cumplir con su compromiso de permitir que las mujeres estudien y trabajen “en el marco de los principios del Islam”.

Todos los días Koofi recibe cientos de mensajes de texto y voz, mayormente de mujeres que todavía están en Afganistán y que esperan que ella pueda ayudarlas.

“Están furiosas… porque no estoy con ellas en estos momentos difíciles”, comentó. “Me siguen enviando mensajes expresando su malestar. Me dicen, ‘te necesitamos aquí, con nosotras en las calles de Kabul’. Y tienen razón”.

Mujeres que trabajaron con ella y que mantenían a sus familias le envían fotos de ellas como recordatorio.

“En un plano psicológico, procesar esto, adaptarse y aceptarlo, no ha sido fácil”, dijo Koofi. “Ni para mí ni para todas las mujeres y hombres que vi en los últimos dos meses, desde que me fui de Kabul”.

Por ahora, Koofi se enfoca en buscar una residencia para ella y sus dos hijas, de 22 y 23 años. Por razones de seguridad, se abstuvo de decir dónde.

Unos 100.000 afganos salieron del país tras el retorno del Talibán. Muchos más lo intentaron pero no pudieron abordar aviones en los caóticos días que siguieron a la caída del gobierno. Los 38 millones de afganos que permanecen en el país enfrentarán una “pobreza universal” en un año, según un informe de la agencia de desarrollo de la ONU.

Koofi advirtió acerca del peligro que representa la organización Estado Islámico en Afganistán y pidió nuevas negociaciones políticas. Dijo que la estabilidad no es producto de un cese de la violencia exclusivamente, sino que hay que crear instituciones fuertes e inclusivas.

“Si pensamos que un grupo extremista como el Talibán va a derrotar a Daesh, estamos equivocados”, dijo Koofi, usando la expresión con que es conocido el EI.

“Hay que darle participación a la nación, a la gente, educarla, apoyar el proceso político”.