¿Alguna vez has sentido el palpitar de tu shungo, ese latido profundo que resuena en tu pecho cuando te encuentras con el ser amado? O tal vez has recibido una yapa, ese extra generoso que se ofrece cuando compramos algo. ¿Quién no tiene un wawa consentido? Y cuando el frío arremete, desde el fondo del alma seguro has exclamado achachai, mientras que, si el dolor te alcanza, no hay duda, un ayayai escapa de tus labios. Estas palabras no son solo sonidos, son reflejos de emociones, vivencias y la conexión profunda que el kichwa tiene con la vida diaria de los ecuatorianos.