Comercio mundial ya se ve afectado por sanciones a Rusia

Las sanciones contra Rusia empiezan a causar estragos en el comercio mundial, con consecuencias potencialmente devastadoras para los importadores de combustibles y de granos, y generando inflación en un planeta que trata de superar la interrupción de suministros derivada de la pandemia del coronavirus.

Desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania, cientos de buques tanque y de carga cambiaron de ruta para evitar pasar por el Mar Negro y decenas de ellos están varados en puertos o en alta mar, sin poder descargar sus valiosas mercancías. Rusia es uno de los principales exportadores de granos y de petróleo, metales, madera y plásticos, bienes usados en todo el mundo en una cantidad de productos e industrias, desde fábricas siderúrgicas hasta empresas automotrices.

Rusia cuenta con unos 2.000 buques tanque o de carga, pero solo unos pocos han sido afectados por ahora por las sanciones de Occidente. El congelamiento de bienes de los principales bancos rusos, sin embargo, afecta todo el comercio de importación y exportación. Para agravar el panorama, firmas como Apple y Nike, y grandes empresas de transporte de cargas como Maersk, se están yendo de Rusia, cuyos amplios lazos comerciales con Occidente están prácticamente interrumpidos.

Un terremoto económico

“Esto es un terremoto como jamás hemos visto”, afirmó Ami Daniel, cofundador de Windward, una firma de inteligencia marítima que asesora a los gobiernos. “Las empresas están yendo mucho más allá de sus obligaciones legales y tomando medidas en base a sus propias escalas de valores, incluso antes de que sus clientes de lo pidan”.

Una posible válvula de escape para las exportaciones rusas es China, cuya creciente economía necesita recursos naturales. Pero China, tal vez la principal beneficiara de la globalización, por ahora ha demostrado poca predisposición a apoyar al presidente ruso Vladimir Putin, a pesar de abstenerse en una votación de las Naciones Unidas para condenar la incursión rusa en Ucrania.

El impacto de las sanciones lo siente con fuerza

Interunity Management Corp SA, una empresa naviera griega cuyos 60 buques tanque y de carga son operados por 200 capitanes rusos y ucranianos. Tras la invasión, la mitad rusa de ese personal se preguntó cómo haría para regresar a casa en vista de la suspensión de los vuelos a Rusia dispuesta por la Unión Europea. La mitad ucraniana, por su parte, no sabía si tendría un país al que regresar.

Un marino ucraniano de un buque tanque varado en el Golfo de México estaba tan atribulado que exigió que se le permitiese desembarcar meses antes de cumplir con su contrato, según George Mangos, uno de los directores de Interunity.

El Mar Negro sufre el impacto

“Me dijo que quería desembarcar en el próximo puerto para ir a pelear por su patria”, expresó Mangos. “Operar un tanquero muy sofisticado, con una carga peligrosa, es algo estresante en circunstancias normales. Lo único que podemos hacer es pedirle al personal que se concentre en el trabajo y no piense en la política. Es algo duro, pero son gente muy estoica y estoy muy impresionado con su dedicación”.

Por ahora, el impacto de la guerra en el comercio mundial se siente sobre todo en el Mar Negro, donde los puertos rusos y ucranianos son una importante escala para los cargamentos de trigo y maíz. El tráfico se ha interrumpido totalmente, suspendiendo las entregas del segundo exportador de granos más grande del mundo.

A diferencia de lo que ocurre con la producción de petróleo, que se puede aumentar rápidamente, incrementar el suministro de granos toma tiempo. Ucrania produce el 16% de las exportaciones mundiales de maíz y, junto con Rusia, representan el 30% de las exportaciones de trigo. Es previsible que, con la alteración del mercado, muchos países pobres que dependen de esas importaciones sufran una fuerte escasez.

Entre los que podrían ser más afectados figuran Turquía, Egipto y la India, que dependen en gran medida de Rusia para todo, desde productos básicos usados para el pan hasta gas natural y el turismo.

Aproximadamente el 78% del trigo que importa Turquía viene de Rusia. Ucrania aporta un 9%. Ese trigo es usado en numerosos sectores de la industria alimenticia turca. La India importa el 80% del petróleo que consume, buena parte de Rusia. También importa metales rusos empleados en la quinta industria automotriz del mundo.

En Estados Unidos, el principal impacto se sentirá en las gasolineras, donde precios cada vez más altos agravan una inflación que sube a su ritmo más alto en cuatro décadas. Rusia fue la tercera fuente más grande de productos petroleros vendidos en Estados Unidos –detrás solo de México y Canadá–, y responsable del 8% de las importaciones. Es además el segundo proveedor más grande de platino, usado para fabricar los tubos de escape de los automóviles.

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En términos generales, no obstante, Rusia fue apenas el 20mo proveedor de bienes más grande de Estados Unidos en el 2019, según estadísticas del gobierno.

Los precios del trigo subieron más de un 55% tras la invasión. Los del petróleo, que ya venían en alza, llegaron a los 110 dólares el barril por primera vez desde el 2013.

Y las tarifas cobradas por la contratación de tanqueros aumentaron hasta un 400% en vista de que los comerciantes de petróleo se esfuerzan por asegurarse un transporte que de repente escasea.

No está claro qué rumbo tomará la situación ni que otras consecuencias inesperadas puede haber. Si bien las sanciones no siempre son cumplidas, nunca hubo tantos castigos a una potencia mundial adoptados con tanta velocidad y coordinación.

La situación preocupa a Tinglong Dai, profesor de economía que estudia las cadenas de abastecimiento en la Johns Hopkins University.

Desde el final de la Guerra Fría, un principio clave del comercio mundial fue la separación del negocio y la geopolítica, y el entendido de que siempre prevalecerán las decisiones racionales, según Dai.

“Estos dos principios fueron destruidos por Rusia”, dijo Dai, quien cree que puede surgir pronto una especie de “Cortina de Hierro”, con Rusia y sus aliados de un lado y Occidente del otro.

“Ya no es posible evitar tomar partido y las consecuencias de esta reconfiguración de las cadenas de abastecimiento mundiales en términos de más pobreza, una pérdida de innovación y de oportunidades de trabajo es algo que todos deberemos pagar”.

AP