Ecuatoriano que corrió del «centro de la tierra al sol» pide dejar «mínimos»

El ecuatoriano Millán Ludeña, que en 2017 corrió una media maratón del «centro de la tierra al sol», cree que la clave el éxito en la vida es marcar los límites como el inicio de todo y alejarse de las marcas mínimas, algo que plasmará este año en un libro que prepara sobre sus aventuras.

En ese texto contará sobre cuando corrió 160 kilómetros en el «lugar más salvaje» en la Patagonia de Argentina, hablará de los 240 kilómetros que corrió en el desierto del Sahara y sobre los 100 kilómetros en la Antártida…sin ser atleta profesional.

Y también de su reto del «centro de la tierra al sol» cuando corrió por más de dos horas -a 3.563 metros de profundidad, a 31 grados de temperatura y 79 % de humedad-, un total de 21 kilómetros en un circuito en la mina de oro Mponeng (Sudáfrica), en el punto más cercano al núcleo de la tierra, por lo que ganó un récord Guiness.

Tan pronto salió de la mina, viajó a Ecuador para subir al volcán Chimborazo (6.280 metros), el punto más cercano al sol medido desde el centro de la tierra. Todo en menos de 80 horas.

EMPUJAR LOS LÍMITES

«La clave en la vida es que agarremos el límite como el inicio, no como el final. Nos han confundido, nos han hecho pensar que el piso es el techo», comentó Ludeña.

Considera que la gente baja sus potenciales al conocer los mínimos requeridos para cumplir una meta: Si en la universidad se marca un 7 como mínimo requerido, la gente se conforma con eso cuando su capacidad es mayor, apuntó.

Así «pasamos en una vida de mínimos, pensando que, haciendo lo mínimo en todo lado, la vida, eventualmente, nos otorgará lo máximo», añadió antes de lamentarse de que la gente le tema al fracaso.

«El fracaso como tal es parte del camino, no el final», anotó quien confiesa haber fracasado muchas veces y quien critica la facilidad con la que las personas opinan sobre los otros.

Ahora, al parecer, «las personas que critican haciendo nada tienen más peso moral que las personas que lo intentan, cayéndose», cuestionó Ludeña que, apoyado en su película documental, nacida de su aventura entre Sudáfrica y América, intenta difundir que «todo sueño es posible».

EXPERTOS EN NADA, SICARIOS DE SUEÑOS

De 39 años, Ludeña ha perdido la cuenta de las veces que le han negado ayuda para cumplir sus proyectos, ya ni recuerda cuántos le vieron con incredulidad cuando les contó lo del Sahara, lo de la Antártida, de la carrera dentro de la mina, ni cuántos minimizaron sus capacidades.

«El problema no es soñar, el problema es empezar a mover un dedo», aseguró quien antes huía de los «sicarios de sueños», pero ahora incluso busca lo positivo en los comentarios con los que ellos intentan desmotivarlo.

Todos «tenemos sueños, pero también todos estamos rodeados de sicarios de sueños y eso hace que nos pongamos en pausa», comentó al tiempo de instar a escuchar el «grito interno» para avanzar porque «sí se puede» superar los obstáculos.

Y ejemplos le sobran, como cuando para entrenarse con miras a correr en la Antártida, debió usar -por falta de medios y recursos- un cuarto frío de una fábrica de hielo. «¡Sí se puede!».

«Si el cuerpo es tan sabio para adecuarse a cualquier condición, ¿por qué elegimos adecuarnos a la condena?», se preguntó.

DUEÑO DE SU PROPIA VIDA

Ingeniero en agronegocios, Ludeña se lamenta de la cantidad de gente que tiene la palabra «imposible» a flor de piel.

«Soy un tipo que no para, que siempre esta intentando hacer cosas», asegura Ludeña que, sólo en 2019 tomó 127 vuelos dentro y fuera de Ecuador, para hablar sobre su película y dar conferencias, con las que llegó a unas 100.000 personas, la mayoría jóvenes.

Esos jóvenes escucharon sobre su más reciente -pero no último- reto de «unir» el sitio más profundo de la tierra con el más cercano al sol, una aventura por la que una influyente revista británica lo designó en 2019 como «el hombre más inspirador del año».

Este sencillo personaje, de 1,61 metros, que siempre piensa en grande y que se define como «normal, común y corriente», busca llegar a más personas este año, a través del libro, cuyo prólogo quisiera que salga del puño y letra de Michelle Obama…»al final uno es pobre, pero antojado», suelta entre risas.

«Soy -dice- un soñador, que a los diez años fue diagnosticado con epilepsia, una enfermedad incurable; pero soy alguien que entendió que la vida es para aprovecharla y eso significa intentar cosas».

Y en ese intento, habrán «caídas, risas, rechazos y demás, pero -finalizó- no hay cosa más linda para el ser humano que sentirse dueño de su propia vida».

Fuente: EFE