Actualizado 16:47
Ciudad del Vaticano EFE |
El Vaticano busca al sucesor de Francisco y una de las incógnitas, además de la identidad del elegido, es el nombre que adoptará el futuro papa, una antiquísima tradición que suele servir como primera declaración de intenciones.
Un total de 133 cardenales se encerrarán mañana, miércoles 7 de mayo del 2025, en la Capilla Sixtina para elegir en un cónclave al sucesor del papa Francisco y el resultado no se conocerá hasta que el elegido se asome al balcón de la basílica de San Pedro para presentarse al mundo.
La primera misión del designado será elegir un nombre papal y, para ello, aún dentro de una Sixtina entre aplausos, otro cardenal le preguntará si acepta el nombramiento y cómo desea ser llamado.
Después, desde el balcón de la basílica de San Pedro, se desvelará la identidad del nuevo pontífice con la fórmula en latín ‘Habemus papam‘ y, tras anunciar su nombre de pila, revelará el pontificio: ‘Qui sibi nomen imposuit’ (que ha decidido llamarse)…
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¿Por qué cambian los nombres los papas?
En los primeros siglos de la iglesia los obispos de Roma usaron generalmente sus propios nombres, acompañado a menudo con sus lugares de origen.
Esto cambió en el año 533, en las ruinas del Imperio Romano, cuando el elegido, Mercurio di Proietto, decidió llamarse Juan II para no llevar la denominación de un dios pagano.
Su pontificado duró dos años, hasta el 535, pero a partir de ese momento muchos de sus sucesores decidieron imitarle cambiando sus nombres de pila por el de apóstoles, mártires y otros jerarcas del cristianismo.
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