La chicha sobrevive al olvido, el prejuicio y el tiempo

Actualizado 13:14

Redacción Día a Día |

Pocas bebidas despiertan tantas emociones como la chicha. Para algunos, es símbolo de orgullo ancestral; para otros, aún carga con el peso del estigma: bebida “de indios”, “del pasado”. Pero esa visión ignora siglos de historia, resistencia y ritual.

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Dicen que cuando en una casa te ofrecen chicha, no solo te están dando una bebida: te están entregando un símbolo de confianza, pertenencia y memoria colectiva. La chicha no solo se bebe, se comparte; no solo refresca, convoca. Tiene raíces profundas: su origen podría remontarse a más de 3000 años, siendo una de las bebidas fermentadas más antiguas de América del Sur.

Su ingrediente base varía según la región y el tiempo: puede nacer del yamor, que mezcla siete tipos de maíz distintos, la yuca o el arroz. Pero su esencia siempre es la misma: la transformación paciente y viva que ocurre en las vasijas de barro, en las manos de quien la prepara, en los rituales de quienes la beben.

A pesar de la colonización y los múltiples intentos por borrar las costumbres indígenas, la chicha no desapareció. Se adaptó. Se convirtió en cotidiana sin perder su carga simbólica. Hoy, coexisten versiones tradicionales, elaboradas con técnicas ancestrales transmitidas oralmente, y otras más contemporáneas, que la llevan a mesas urbanas sin diluir su espíritu.

Este reportaje recorre ese doble camino: el de la chicha que aún se prepara en comunidades andinas como un acto de memoria viva, y el de la chicha que renace en cocinas de autor, reinventada para nuevos públicos. Porque la chicha no es solo una bebida: es un relato fermentado de identidad, resistencia y renovación.

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