Los moradores de las urbanizaciones que se encuentran cerca de la penitenciaría del litoral temen por su seguridad y la de los suyos.
Ellos se sienten alarmados por los proyectiles que llegan hasta sus casas, producto de los enfrentamientos en el centro carcelario.
Las viviendas están separadas por el río Daule; sin embargo, la ciudadanía se siente intranquila. Es que los 800 metros o más de distancia entre sus casas y el centro carcelario no son garantía de nada.
«Vivimos en zozobra por los problemas en la penitenciaría», dijo una de las vecinas; pero «toca acostumbrarse», agregó.
Otra de las moradoras comentó que tiene miedo a alguna bala perdida, alguna herida contra sus familiares y no tener a quién reclamar.
Es que todo es incierto, no se sabe en qué momento puede haber nuevos enfrentamientos. Y los disparos llegan hasta sus viviendas. Los techos se están llenando de agujeros.
Al ruido de las balas se suma el estruendo de las detonaciones de granadas y otros artefactos explosivos que no los dejan vivir en paz.
Afirman que es casi imposible poder dormir tranquilos con todo lo que ocurre en la cárcel y la matanza entre bandas.
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