La historia de Luis: 30 años de incertidumbre por una adopción ilegal

Por Viviana Acosta

Luis Mikal Bråtveit tenía 4 años cuando lo separaron de su familia en La Esperanza, provincia de Imbabura. A su corta edad llegó a Europa, confundido y temeroso, sin saber con claridad lo que estaba sucediendo. Allí lo dieron en adopción y, sin mayor explicación, tuvo que adaptarse a una vida en la que no era feliz. Pasaron casi 30 años para que pudiera reencontrarse con su familia ecuatoriana.

Hace más de tres décadas, llevaron a al menos 13 niños y niñas ecuatorianas a Noruega y, a través del Foro de Adopción de Oslo, fueron adoptados, aparentemente de forma legal. Sin embargo, una alerta cambió por completo la vida de estos menores de edad y sus padres adoptivos.

En 1989, cinco personas sospechosas de haber robado y sacado ilegalmente a pequeños para darlos en adopción a otros países fueron detenidos en Ecuador. Uno de ellos era el abogado ecuatoriano Roberto M., quien -según consta en los documentos- fue el encargado de firmar la adopción de los niños y niñas.

Autoridades ecuatorianas y noruegas iniciaron un proceso diplomático para indagar los casos, pero tras varios años no se ha resuelto la mayor incertidumbre: la verdad detrás de cada adopción. Esa situación obligó a las víctimas a emprender una búsqueda por su cuenta para conocer su verdadero origen.  

En este llamado “escándalo de adopción” se encuentra Luis. Un ecuatoriano de 39 años que logró reunirse con su familia en 2017. En una entrevista exclusiva con Teleamazonas reveló detalles de su dolorosa historia, que muestra la dura realidad de quienes fueron separados ilegalmente de sus familias.

El inicio de la pesadilla

Luis, cuando tenía cinco años, en Noruega. Foto: cortesía.

Luis nació el 30 de mayo de 1983 en La Esperanza, provincia de Imbabura, según consta en su certificado de Bautismo. Este es el único documento que la Dirección Nacional de Delitos Contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestro de la Policía Nacional (Dinased) encontró en Ecuador. 

Cuando tenía apenas 4 años su vida cambió drásticamente con una inesperada visita. Una pareja de “cabellos blancos, altos y de ojos azules” llegaron a su casa para ofrecerle ayuda a su madre, María. Ellos le dijeron que le darían una “mejor vida” al pequeño.

Su madre no accedió, pero tres días después los extranjeros volvieron a insistir. Luis se encontraba jugando con su hermano Miguel –quien es cinco años mayor que él– cuando realizaron un segundo acercamiento.

Miguel le pidió que corriera porque sentía mucho miedo, pero los extranjeros tenían dulces y Luis, inocentemente, se acercó a ellos.  Ese día, el padre del niño, con el mismo nombre que él, y su madre estaban en la vivienda. Nuevamente les ofrecieron ayuda para su hijo, incluso les prometieron que mantendrían contacto con él y los padres de Luis confiaron en que no dejarían de ver a su hijo y que este tendría una mejor vida.

Durante tres meses no tuvieron noticias y los extranjeros solo volvieron para exigir que les entregaran todos los documentos del pequeño. En ese momento, la familia notó que las cosas no estaban bien e insistieron en que no estaban cumpliendo con lo acordado. La pareja se mostró mucho más intimidante y los amenazaron. Luis no recuerda, pero su familia le contó que les amenazaron con hacerles daño. 

Con mucho temor, finalmente entregaron los papeles, pero lograron que les permitieran ver por última vez a su hijo. De acuerdo con la historia que Luis revivió años después a través de su familia, solo pudieron observarlo en Quito, a la distancia, desde una terraza.

Incertidumbre y temor

Luis en la casa de Quito, donde permaneció aislado. La mujer de camiseta a rayas y falda blanca es su madre adoptiva. Foto: cortesía.

Mientras sus padres sufrían por la separación, Luis vivía otra difícil situación. Se encontraba solo en un lugar desconocido y constantemente recordaba a su familia. Los extranjeros lo llevaron a una casa ubicada en el norte de Quito, donde lo mantuvieron aislado por alrededor de nueve meses.

Luis recuerda que cuando entró por primera vez había una mujer sentada en una silla, con un bebé en sus brazos. Además, señala que había dos hombres, entre ellos uno que usaba botas de estilo ranchero, y otra mujer. Todos eran los encargados de cuidarlo.

“Recuerdo al hombre de las botas rancheras porque yo lo miraba y solo pensaba: ‘¡Wow!, quiero esos zapatos’”, relata Luis entre risas. 

Y en su paso por este inmueble también notó que no era el único. Había más niños en las habitaciones. “Solo se escuchaban llantos y cómo los reprendían”, cuenta.  

Encuentro con su futuro

Durante ese tiempo, Luis también tuvo contacto con las personas que lo iban a adoptar, una pareja noruega que viajó a Ecuador con la promesa de que acogería a un niño ecuatoriano a través de un intermediario llamado Roberto M., sin saber lo que realmente escondía este proceso.

Lo visitaron durante dos semanas. Luis dice que su encuentro fue algo extraordinario y se dio en un hotel de cuatro estrellas, ubicado en la avenida 12 de Octubre, norte de la capital. Luis fue acompañado de una de las personas que lo separó de su familia.

Con ellos visitó algunos lugares de la ciudad.  “Me llevaron a pasear por un parque muy grande. Estuve un poco más tranquilo porque ellos eran buenos. Compraron juguetes, ropa y unas gafas. Recuerdo eso porque nunca las había visto y eran impresionantes”, cuenta Luis.

También recuerda que lo llevaron a una «torre turística» que, tras varios años, supo que se trataba de la Mitad del Mundo. Allí jugó con «una figura en paracaídas», que lanzó desde lo alto de la torre.

Junto a los que iban a ser sus padres adoptivos, Luis permaneció hospedado en el hotel por algunos días. Así consta en uno de los recibos que guardaron con sus papeles de adopción. Luego los padres adoptivos regresaron a Noruega sin él. Mientras tanto, el hombre de las botas rancheras lo llevó de vuelta a la casa donde estaba aislado.

Un día, inesperadamente y sin ninguna explicación, lo trasladó hacia una oficina del otro lado del parque.  “Ese lugar era oscuro y olía a tabaco. Allí se encontraba un hombre (Roberto M.). Él me dice: ‘solo pon tu dedo en este papel’, quería todas mis huellas. Lo recuerdo porque mi mano estaba manchada completamente”, relata Luis.

Él cree que con eso hicieron los papeles para sacarlo de Ecuador. Y, efectivamente, días después lo llevaron a Noruega.

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‘Fingía estar feliz’

“No recuerdo haber llegado al aeropuerto de Oslo, tampoco el viaje. Creo que me dieron alguna medicina para que yo esté tranquilo”, asegura Luis. Pero sí recuerda cómo era el ambiente en la capital de Noruega. Apenas se bajó del avión vio a muchas personas, banderas de Noruega y nieve. “Yo solo pensaba: ¡Wow! Todos son blancos”.

Todo fue impresionante y nuevo para él, pero siempre estuvo presente el miedo y la preocupación. “Fingía estar feliz y trataba de estar tranquilo para poder salir de ese lugar extraño. Estuve más o menos dos semanas tratando de entender que hacía allí, pero nunca obtuve una respuesta”, cuenta Luis.

Un día se reunió con sus padres adoptivos, a quienes reconoció y le brindaron algo de tranquilidad porque solo tenía buenos recuerdos de ellos en Quito. Luego lo llevaron a una casa ubicada en Roagland, donde conoció a sus dos hermanos.

Luis junto a sus hermanos en Noruega. Foto: cortesía.

“Todo parecía normal, pero seguía inquietándome porque continuaba en un lugar lejos de mis padres, hermanos, y de mi país (…) Todo es nuevo y yo siempre recuerdo a mi familia, pero no tengo otra opción”, pensaba Luis, mientras vivía con su familia adoptiva.

Las noches eran difíciles. Luis tenía problemas para dormir y sufría mucho por su familia en Ecuador. “Empecé con ellos bien, pero siempre tenía dolor. Fue muy duro. En mis pensamientos siempre estaba mi familia, grabados como un tatuaje. Es difícil para mí”, dice tras varios años.

Constantemente, Luis se preguntaba por las diferencias físicas entre él y sus hermanos. “Cuando estábamos sentados en la mesa yo los mira y decía: ‘ellos son blancos y yo soy marrón. Necesito encontrar mi familia’. No me sentía bien, pero era pequeño y debía continuar”, cuenta con nostalgia.

El tiempo pasaba y Luis continuaba con sus actividades en ese país, totalmente desconocido para él. “Iba a la escuela y recordaba mi vida en Ecuador. No podía estar tranquilo y pensaba: ‘este no es un lugar para mí, necesito encontrar a mi familia’”.  

‘No podía seguir en ese lugar’

Luis en la escuela primaria de Vormedal, este de Noruega. Foto: cortesía.

A los 16 años, Luis decidió separarse de su familia adoptiva. En ese momento su relación con ellos estaba deteriorada por las constantes discusiones. Buscó una ciudad con latinos y llegó a Stavanger. Cuenta que necesitaba encontrar a “personas más parecidas” a él para sentirse mejor.

“Tomé la decisión de irme para siempre, busqué una secundaria porque quería seguir estudiando y también empecé a trabajar. Solo intenté seguir adelante, pero nunca saqué de mi corazón a mi familia”.  

Durante dos años, Luis no habló con sus padres noruegos y en ese tiempo intentó resolver dudas sobre su origen, sin éxito. Cuando cumplió 18 decidió comunicarse con ellos y pedirles los papeles de adopción como lo permitía la ley. Tuvieron una reunión en una cafetería y allí le dieron una caja llena de papeles – la mayoría en idioma noruego- en los que constaba el proceso de adopción.

Con la información que tenía a su alcance, Luis supo que su verdadero nombre era Luis Santiago Carlosama Amaguaña. Logró comunicarse con el Foro de Adopción, institución responsable del proceso en Noruega, sin embargo, no respondieron sus preguntas.

“Me dijeron que debería estar feliz de haber venido a Noruega y que no me preocupara. Agradecí y colgué”, recuerda Luis. En ese momento supo que nadie lo podía ayudar, así que no volvió a llamar y decidió continuar con su vida.

El primer contacto con la familia biológica

“Intenté continuar, pero nunca pude olvidar mi origen. Siempre estuve intranquilo porque necesitaba encontrar a mi familia biológica”, dice Luis. Incluso tuvo problemas de salud relacionados con estrés y ansiedad. En 2017 entendió que para continuar con su vida necesitaba conocer la verdad.

Así que decidió comunicarse con sus padres adoptivos para explicarles su decisión de alejarse de ellos. “Siento cómo la vida nos separó. No quiero que se sientan culpables. Necesito saber quién soy. Ustedes hicieron lo que pudieron”, les dijo.

Luego inició una investigación por su cuenta.  Abrió una cuenta de Facebook y empezó a seguir a todas las instituciones de Ecuador y compatriotas que pudieran estar relacionadas con su identidad. En esa red buscó información con su nombre biológico y encontró una noticia en un diario local de Ibarra.

Así pudo contactarse con su familia biológica en febrero del 2017. Luis llamó al número que proporcionaban en la noticia, que era de la Policía y explicó en inglés quién era, pero ellos no entendían.

Intensa búsqueda familiar

Semanas después lo contactó una persona. “Me preguntó si estaba secuestrado y le dije: ‘esta es una larga historia’”, recuerda Luis con emoción, ya que encontró una luz de esperanza. En ese momento contó que le habían separado de su familia ilegalmente para darlo en adopción y por eso estaba en Noruega. Le comentaron que su familia lo estaba buscando. Y el 20 de febrero le llegó una notificación de Messenger. Era el teniente Marco Egas Tobar, quien se encargó de reunirlo con los suyos.

Luis junto al teniente Miguel Egas, de la Dinased, en 2017. Foto: cortesía.

«Hablé mucho con él y, tras un largo tiempo, no pudo encontrar un registro de mi identidad en Ecuador. Efectivamente, Luis Santiago Carlosama Amaguaña no consta en la base de datos del Registro Civil, tras una exhaustiva revisión que realizaron los funcionarios de la entidad por pedido de Teleamazonas.

Con emoción, Luis recuerda que el policía le dijo “Tú no existes en los archivos, pero tu familia quiere reunirse”. El teniente coronel Miguel Egas, jefe de la unidad de personas desaparecidas de la Dinased, detalla que el caso se manejó como un reencuentro, ya que no existía una denuncia formal de secuestro, robo o desaparición de Luis.

La entidad inició una investigación en La Esperanza para verificar la información que había proporcionado Luis. El 21 de febrero, el teniente Egas se reunió con la familia biológica de Luis, quienes le contaron que lo dieron en adopción hace 30 años a unos extranjeros, según consta en el expediente del caso que reposa en la Unidad de Descubrir Autores, Cómplices y Encubridores (DACE) de la Fiscalía, en Quito.

“En esa época era muy habitual que lleguen extranjeros a la provincia de Imbabura a entablar relaciones tanto sociales como sentimentales con la familia y luego den a los menores en adopción (…) Creemos que algo pasaba en el país durante esa época para que se den estos casos de forma muy recurrente”, dice Egas, ante lo inusual del caso.

Mientras las autoridades ecuatorianas y noruegas se movilizaban para llevar a cabo el reencuentro, Luis organizaba sus actividades en Stavanger para viajar a Ecuador. Vendió todas sus pertenencias y adquirió muchas deudas, pero estaba seguro que tendría paz en su corazón. Así, el 1 de marzo del 2017, la Dinased nuevamente se comunicó con él.

Emotivo encuentro

Luis junto a sus padres, en el Aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, en 2017. Foto: cortesía.

Luis tomó un vuelo hasta Ámsterdam, en Países Bajos, y luego otro hasta el Aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, donde se reencontró con toda su familia, el 11 de agosto del 2017. Recuerda que sentía como que tuviera mariposas en todo su cuerpo, estaba nervioso y, al fin, se sentía completo.

Cuando llegó al aeropuerto en Quito vio a mucha gente, cuenta, y pensó: «wow, son pequeños e iguales a mí”.  Además dice que se sintió bienvenido. “Toda mi familia estaba allí, y todos decían: ‘¡Santiago, Santiago!’. Y yo me preguntaba quién es cada uno».

A los primeros que vio fue a sus padres biológicos. Luis cuenta que sintió una gran sorpresa porque él era “una cabeza más alta que ellos”, pero también se sintió feliz porque eran muy amables y humildes. “En todos mis años, por primera vez me sentí completo y todo tenía sentido. Sabía quién era yo. Mi corazón y mi alma estaban completos. Es lo que necesitaba”, cuenta con emoción al recordar ese momento.

Visita a Ibarra

Luis estuvo cinco días en Quito, mientras comprobaba que su salud no se afectara por el cambio de clima, y visitó los lugares donde estuvo cuando tenía cuatro años. Luego fue a San Miguel, en Ibarra. Recuerda que tomó un bus por primera vez y todo le sorprendió mucho. “Se subía mucha gente a vender perfumes, relojes, dulces. «Todos gritaban: ‘a un dólar, a un dólar’. Yo estaba impresionado”, cuenta.

Allí conoció la casa de sus padres. Cuando llegó vio mucha naturaleza y en el fondo una casa muy pequeñita con piedras. “Había muchas emociones ese día. En ese momento no hablaba español, solo me comunicaba con el Google Traductor. Hubo varios momentos de silencio e incomodidad. Intentaba comunicarme con ellos, pero era difícil”, cuenta Luis.

“Mi corazón y mi alma están tranquilos, pero es triste porque durante muchos años no pudimos estar juntos”, lamenta. Y, finalmente, el 25 de agosto del 2017 volvió a Noruega para continuar con su vida, pero conociendo la verdad sobre su origen.

‘Afectó toda mi vida’

Luis en su trabajo, en Noruega. Foto: cortesía.

“Ahora soy adulto, pero me afectó toda mi vida. Encontré a mi familia, pero es muy triste porque no es lo mismo que cuando creces con ellos. Todo es molesto para mí. Mi vida fue muy dura, pero siempre me digo que Dios tiene una razón y hay motivo para que yo esté en Noruega”, dice con voz entrecortada.

Actualmente Luis tiene un trabajo estable, está casado y tiene un hijo de 10 años. Además habla español y tiene un contacto limitado con su familia biológica. Reconoce que comunicarse con ellos es complicado porque su relación ya está rota después de tantos años de separación.

“Es muy triste porque toda la vida los extrañé, pero no se puede empezar desde cero porque la relación está rota. Es como empezar a relacionarse con un extraño. He perdido muchos años de mi vida con esto y nadie se hace responsable”, dice molesto.

Con el retorno de Luis a Ecuador, la Fiscalía abrió una investigación, pero el caso se archivó por pedido de él mismo. Así se dio por terminada la indagación por su presunta desaparición, de acuerdo con su declaración, que consta en el expediente de la Dinased.

Casos en el olvido

Noticias de periódicos que investigaron los casos de adopción ilegal entre Noruega y Ecuador. Fotos: cortesía.

Mónica Flatabø, periodista de investigación del periódico noruego Verdens Gang (VG) –medio de comunicación que también investiga este escándalo de adopción– reveló a Teleamazonas que tras una profunda indagación pudieron comprobar que varios de los niños dados en adopción tenían papeles falsos y que sus adopciones no podían haber sido legales como afirmó el Foro de Adopción. La institución continúa operando y se ocupa de las adopciones del extranjero a Noruega, a excepción de Ecuador.

Sin embargo, estos casos todavía están impunes, ya que no existe un proceso legal abierto en Noruega ni en Ecuador. Además, tras las negociaciones diplomáticas entre ambos países, en los años 80 se les informó a todos los padres adoptivos que el proceso estaba bien, y a los niños y niñas – ahora adultos – que podían quedarse en Noruega.

El teniente coronel Miguel Egas explica que para conocer a detalle cada proceso de adopción, la Fiscalía debería iniciar una investigación, pero cree que sería muy complicada la búsqueda de información porque hasta hace nueve años no existía la Dinased y mucho menos un soporte documental ni datos en torno a estos delitos.

Asimismo, Flatabø indica que la investigación de las autoridades noruegas no se realizó de la forma correcta, ya que hasta la fecha muchas de las personas adoptadas en su infancia continúan indagando sobre su origen.

Pero también hay quienes prefieren no averiguar su historia por temor a lo que puedan encontrar o a no obtener respuestas. Mientras, otros han aceptado el hecho de que son noruegos y no quieren dedicar tiempo ni esfuerzo a averiguar sus antecedentes, señala la periodista noruega.

Entre las víctimas ecuatorianas también se encuentran Camilla María Austbø y Miguel Oswaldo Jácome Guzmán. Sus historias estarán disponibles en siguientes entregas.

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