‘Me siento sola’; ecuatorianos se refugian en campamento en Nueva York

RĆ”fagas de viento polar barren las pistas de un viejo aerĆ³dromo de Nueva York en desuso. Un lugar que alberga a cerca de 1 800 migrantes, convertidos en sĆ­mbolo de la crisis migratoria que vive la ciudad desde hace casi dos aƱos.

Aisladas en una bahĆ­a en el extremo sur de Brooklyn, estas familias Ā«empiezan su vida desde ceroĀ», varios solicitantes de asilo de AmĆ©rica Latina, Ɓfrica, China o Rusia, enviados a la base de Floyd Bennett Field por falta de alojamientos en la ciudad.

Hasta 500 familias pueden dormir en camas de campaƱa pegadas unas a otras, instaladas en grandes carpas. En otras, estƔn los espacios colectivos para las comidas y las gestiones administrativas.

Desde la primavera (marzo – junio) de 2022 se ha dado alojamiento de emergencia a mĆ”s de 180 000 personas de paĆ­ses sudamericanos como Venezuela, Ecuador, Colombia, pero tambiĆ©n de Guinea, Senegal, Mauritania, Rusia y HaitĆ­.

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Ecuatorianos huyen de la violencia

Ā«Es un poquito complicadoĀ«, dice David FernĆ”ndez, un ecuatoriano de 32 aƱos, que lamenta el frĆ­o, el ruido y la distancia, a mĆ”s de una hora, de la ciudad, cuyos rascacielos se ven a lo lejos. En las inmediaciones no hay comercios ni servicios.Ā 

Ā«Pero toca tratar de adaptarse, porque digamos (que) nos estĆ”n ayudando. Tenemos un techo ahĆ­ donde descansar. Unas cobijasĀ«, dice David, feliz de que sus hijos de 11 y 7 aƱos hayan encontrado un colegio en Brooklyn.

En noviembre, David, su esposa y sus hijos se fueron de Ecuador, atrapado en la violencia del narcotrĆ”fico. Tras un viaje de una decena de dĆ­as por AmĆ©rica Central y dos dĆ­as y medio de bus desde el estado de Texas, la familia desembarcĆ³ en Nueva York.

DespuĆ©s intentĆ³ instalarse en Ohio, pero tuvieron que regresar a la Gran Manzana. Ā«Por el momento me toca estar aquĆ­ en el campamento hasta poder conseguir trabajo y una casaĀ«, dice el compatriota.

Ā«Las circunstancias y amenazas que hay en Ecuador nos obligaronĀ«, dice la ecuatoriana Jennyffer Torres, quien tiene tres hijos de 1, 4 y 5 aƱos. Entre lĆ”grimas, la compatriota seƱala sentirse sola, pero agradece el apoyo que recibe en el campamento.

Ā«Me siento sola aquĆ­ (…) Nos han ayudado mucho porque uno llega aquĆ­ sin saber nada. Nos han ayudado mucho porque uno llega aquĆ­ como un bebĆ© sin saber nadaĀ», aƱadiĆ³.

Mientras que para el ecuatoriano Luis Moreno, Ā«lo importante es que es un paĆ­s seguro, un paĆ­s de oportunidades donde no hay delincuenciaĀ» como en los paĆ­ses del tercer mundo Ā«del que yo vengoĀ».

El reflejo de la crisis humanitaria

Lejos de la frontera con MĆ©xico, que cruzan miles de migrantes a diario, un asunto candente de la polĆ­tica estadounidense, las grandes carpas blancas de Floyd Bennett Field, cuyo recinto es inaccesible a la prensa, encarnan lo que el alcalde de Nueva York, Eric Adams, califica de Ā«crisis humanitariaĀ».

Puerta de entrada para millones de inmigrantes a Estados Unidos en el siglo XX, Nueva York estĆ” obligado por ley a proporcionar un techo a aquel que lo solicite.Ā 

Actualmente, cerca de 65 000 personas siguen alojadas en mĆ”s de 210 centros de acogida como hoteles y gimnasios, y en Ā«centros humanitariosĀ» como la vieja base aĆ©rea.

‘Un lugar inapropiado’

Ā«Muchos de los llegados no tienen ni un amigo o un vecino para ayudarlosĀ», constata Victoria Marin, vecina de Brooklyn, que organiza colectas para llevarles cobijas y ropa de abrigo a las familias que duermen en carpas.

Ā«Cada vez que venimos, hay 40 o 50 personas que se acercan al auto pidiendo mantas, abrigos, calzado, alimentos, coches para bebĆ©s, maletasĀ«, cuenta.

La elecciĆ³n del lugar ha sido muy criticada. Ā«Floyd Bennett Field no es en absoluto un lugar apropiado para alojar a familias sin techo con niƱos. Las familias estĆ”n realmente en medio de ninguna parte (ā€¦) no hay intimidad (ā€¦) las duchas y los baƱos estĆ”n en carpas separadasĀ», lamenta el director de la asociaciĆ³n CoaliciĆ³n para los Sin Techo, Dave Giffen.

En enero, una fuerte tormenta obligĆ³ a evacuar el lugar y a realojar a los ocupantes en un instituto educativo en Brooklyn, donde los alumnos no pudieron asistir a clases al dĆ­a siguiente, provocando la ira de padres y polĆ­ticos.

SegĆŗn Dave Giffen, la ciudad que se queja de que las autoridades federales la han dejado Ā«solaĀ» para hacer frente a esta crisis Ā«nacionalĀ», Ā«quiere disuadir a los migrantes para que no vengan a Nueva YorkĀ». Desde finales del aƱo pasado, limita la estancia mĆ”xima en los albergues a 60 dĆ­as para las familias y a 30 para las personas antes de empezar a solicitar alojamiento de nuevo.

Una nueva oportunidad

La alcaldĆ­a proporciona comida, asistencia mĆ©dica, escolarizaciĆ³n para los niƱos y asesoramiento de trabajadores sociales para las gestiones administrativas y clases de inglĆ©s. Un servicio funciona para facilitar los desplazamientos.

Ā«No tenemos espacioĀ«, repite desde hace meses el alcalde Eric Adams, que pide insistentemente al gobierno federal, atrapado en el bloqueo del Partido Republicano para alcanzar un pacto migratorio, que agilice la obtenciĆ³n de permisos de trabajo para los solicitantes de asilo.

Ā«Mi proyecto aquĆ­ es trabajar, estudiar e independizarme del gobierno y luchar por mis hijosĀ», dice Maricruz Figueroa, una venezolana de 30 aƱos. AFP

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