El Cid hace un llamado a «despolitizar» la tauromaquia

El diestro español Manuel Jesús Cid ha puesto fin en Ecuador a una carrera de más de dos décadas con el llamamiento a «despolitizar» la fiesta nacional porque el toreo no sabe de «izquierda» ni «derecha» y «no morirá» porque es «una cultura arraigada que despierta pasiones».

«La tauromaquia tiene muchísima salud en España y, creo, que en el mundo entero», consideró el matador de 45 años en una entrevista con Efe minutos antes de entrar a la última corrida de su vida profesional en la Plaza de Ambato, al sur de Quito.

Visiblemente emocionado y vestido con un traje de luces de color tabaco y oro, recordó que «el toreo es apolítico», pero se ve criticado por aquellos que «políticamente sacan tajada de decir» que son «antitaurinos o animalistas».

«Donde se mete la política lo pudre todo, y en la tauromaquia, como cultura que es, desde que se ha metido la está pudriendo. ¡Así de claro!».

Y apeló a corregir las «miserias» del mundo antes de quitarle el ingreso a «millones de personas» que viven de este espectáculo.

«Si quitar los toros es progreso, yo creo que el progreso no va por ese camino. El progreso está por quitar el hambre de la humanidad, por quitar muchísimas penurias que afectan a los seres humanos».

AMBATO: UNA ILUSIÓN PENDIENTE

En la que ha sido su primera presentación en Ambato, y también la última («raro pero es así»), el veterano matador compartió cartel con el ecuatoriano Álvaro Samper y la joven promesa española Ginés Marín.

La de Ambato es una de las plazas ecuatorianas en las que está permitido el tercio de espadas, algo que ya no ocurre en ruedos de Quito, otrora símbolo del toreo en Suramérica.

El Cid reconoció a Efe que siempre había querido hacer el paseíllo en Ambato, que celebra estos días su Feria de Nuestra Señora de la Merced.

Y que después de «14 ó 15 años» sin venir por Ecuador, también le hacía ilusión «despedirse de la afición ecuatoriana».

Su despedida de España la tuvo en la última Feria del Pilar, en una corrida que le valió la puerta grande.

Pero en Ambato, emocionada por el gesto del matador, la gloria le fue negada por un primer toro, «Despistado», que se negó a morir después de una estocada limpia.

Su segundo le ofreció la última oreja de su carrera, pero la gloria se la llevó Marín, sacado a hombros.

LATINOAMÉRICA, CUNA DE «FIGURONES»

Marín es un torero que para El Cid representa precisamente uno de los ejemplos de que la tauromaquia sigue tan fuerte como siempre, aunque también «apuesta» por el español Paco Ureña y, el peruano Andrés Roca Rey, que ya está consagrado.

A su juicio, «el toreo latinoamericano es una fuerza muy pujante, del que han salido figurones», y evoca nombres como el retirado colombiano César Rincón, los hermanos venezolanos Girón, o los mexicanos Adame.

«Actualmente están empujando en todas las ferias. Son toreros que están ahora mismo en muy buen nivel», consideró.

Por lo que está convencido de que, pese a las críticas y los cambios, la fiesta nacional vivirá «el tiempo que queramos nosotros, los taurinos».

«Tenemos que apoyar y remar en la misma dirección. Pero la tauromaquia tiene una salud tremenda, más de lo que muchos opinan y creen. ¡Muchísimo más!».

A la plaza de Ambato, que registró entre media y dos tercios de entrada, llegó un Cid con «sensaciones encontradas», de «alegría y tristeza», pero también de satisfacción por el buen cierre de su carrera en España.

«He tenido una temporada española a un nivel altísimo. La hemos terminado muy bien en Sevilla, Madrid y Zaragoza, que ha sido mi última corrida. Triunfando y, sobre todo, con el cariño del público. Tardes inolvidables, un año muy bonito».

OTRO CICLO DE VIDA

Su decisión de dejar los ruedos la atribuye a un «cúmulo de cosas», a que «uno ya tiene también otras ilusiones, aun sin perder, evidentemente, la de torear».

«Pero la vida son ciclos y tienes que saber, y ser consciente, de que se cierra uno y se abre otro. Y la vida sigue. Aquí no se va a acabar la vida para mí», sentencia al abrir la posibilidad de «intentar aportar a mi tauromaquia, a alguien que quiera».

Acosado por admiradores que le pedían estrechar la mano, una foto o incluso un autógrafo sobre sus capotes, el conocido como «torero de Madrid» confesó no tener aún un panorama claro de su futuro.

«A lo mejor este año me lo tomo standby (de espera). Un poco para disfrutar de la familia, (..) de la vida, de los amigos -que esta profesión también te capa mucho en ese aspecto-, y de los compañeros como un aficionado más, ir a la plaza a disfrutar de ellos».

De lo que sí está convencido es de que el toreo tiene un futuro promisorio en la «cantera de novilleros» que ya existe, y de «jóvenes toreros llamados a ser figuras muy grandes».

«Lo único que hay que hacer es apoyarles y seguir yendo a los toros», que es en España -asegura- el «segundo espectáculo de masas después del fútbol», a pesar de que depende casi exclusivamente «de la taquilla». EFE