Así será la etapa 11 del Tour de Francia

Pocas cimas han alcanzado las proporciones legendarias del Mont Ventoux en el Tour de Francia. Se trata de un puerto situado fuera de los grandes macizos, que emerge como un gigante invitado en la llanura de la Provenza. Precisamente ahí se ha marcado a sangre y fuego la historia de la carrera. Y en ese mismo lugar se disputará la etapa 11.

En su 108 edición, los organizadores han previsto, por vez primera en la historia, un doble ascenso al «monte calvo». Su paisaje lunar, desprovisto de vegetación, se esculpió por el sol y el viento extremos que han deparado su peculiar estampa.

La undécima etapa del Tour de Francia, 198,9 kilómetros entre Sorgues y Malaucène, aparece como una de las más complejas. Se sitúa poco después de haber abandonado los Alpes y antes de adentrarse en los Pirineos, una jornada que se anuncia crucial.

4.500 metros de desnivel

Con sus 4.500 metros de desnivel, ninguna propone tantos en esta edición, concentrados en el tramo final y plena de guiños a la historia de un puerto único. El clima se anuncia caluroso, lo que hace todavía más duro un ascenso que los ciclistas califican de «interminable».

El pelotón comenzará la dura jornada con el ascenso a Liguère, un puerto de primera categoría con 9.3km al 6,7% para ir entrando en calor.

Los ciclistas pasarán casi 25 kilómetros de subida con una pendiente media del 5% que se endurece en el tramo final. A partir del Chalet Reynard la pendiente no es negociable. El puerto ha sido catalogado de primera categoría.

UNA PRIMERA SUBIDA SUAVE

Todos los observadores auguran que esa primera ascensión será más de desgaste que de ataque, porque aun quedarán 76 kilómetros para la meta.

La bajada hacia Malaucène, en su primer paso, es más rápida que técnica y los velocímetros de las bicis pueden marcar hasta 100 kilómetros por hora.

A ese ritmo, tras un corto paso de transición, los corredores se toparán de nuevo con el Gigante de la Provenza. Esta vez será por la localidad de Bédoin, la más dura y clásica que lleva hasta el mismo observatorio rojiblanco. En esta ocasión de forma más directa, en 15,7 kilómetros, y más intensa, con una pendiente media del 8,8% que sitúan esta subida como categoría especial.

La cima, que contará con una bonificación especial de 8, 5 y 2 segundos a los tres primeros que la coronen, abre de nuevo la puerta a un vertiginoso descenso.

LA LEYENDA NEGRA

Raymond Poulidor ganó en 1965 y lo coronó en cabeza Julio Jiménez en 1967, un año marcado en negro en la leyenda del Ventoux. A 2,5 kilómetros de la meta allí desfalleció el británico Tom Simpson, que falleció minutos más tarde en el helicóptero que le evacuaba al hospital de Aviñón.

Un monumento recuerda el lugar del drama y desde entonces, el nombre del Ventoux está sumado al del miedo. A sus interminables rampas expuestas al sol, al viento, a la naturaleza amenazante con toda su crudeza.

Merckx ganó en 1970 y Jean-François Bernard se impuso contrarreloj en 1987 y se vistió de amarillo. El monte vivió en el 2000 el renacimiento de Marco Pantani y en 2009 el más importante triunfo de Juan Manuel Gárate.

Los últimos recuerdos del Ventoux están ligados a la figura de Chris Froome. El británico se impuso en 2013 camino del primero de sus cuatro Tours. Tres años después, cuando se disponía a ganar el tercero, dejó en sus rampas una de las imágenes más icónicas de la carrera.

En esa edición el público se apelotonó en un espacio más reducido y dificultó el avance de las motos y los ciclistas. Víctima de un choque contra una moto, Froome comenzó a correr hasta la meta al ver su bicicleta averiada. Más adelante, un vehículo de apoyo le prestó otra bicicleta para seguir.

Aquel recuerdo es el último que resta del Ventoux hasta que los ciclistas escriban una nueva línea de su leyenda.

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