Rusia superó a China en contagios por COVID-19

Rusia superó a China en contagios por COVID-19, tras registrar más de 87 000 casos, en cuyo espejo siempre se ha mirado para contener la pandemia en su territorio.

«China nos está demostrando ahora cómo hay que combatir el coronavirus. Algo que yo le desearía a España y también a Rusia», comentó Viacheslav Níkonov, diputado del partido del Kremlin, Rusia Unida.

MÁS CASOS, MENOS MUERTES

Con sus 145 millones de habitantes, Rusia superó a China en contagios por COVID-19 cuando ya suma 87 147 casos (6 198 en las últimas 24 horas) frente a los 83 912 de China, origen del coronavirus, según los datos de la Universidad Johns Hopkins.

Mientras que los decesos ascienden a 794, cifra que aún está lejos de los 4 642 chinos que han fallecido debido a la pandemia del coronavirus desde el estallido de la crisis en diciembre pasado.

Mientras la ciudad de Wuhan fue el epicentro de la enfermedad en China, en el caso de Rusia más de la mitad de los casos (45 351) están concentrados en la capital, Moscú, aunque fuentes independientes alertan de que la pandemia se está propagando a marchas forzadas por el resto de este vasto país.

El Kremlin se apresuró a cerrar el 31 de enero la frontera con China, que entonces ya contaba con miles de casos y 170 muertos.

Seguidamente, dejó de expedir visados a los ciudadanos chinos, impuso cuarentenas obligatorias a todo aquel que acabara de regresar de ese país y la policía comenzó a estrechar el cerco sobre personas con rasgos asiáticos, algo que provocó cierto malestar en Pekín.

No obstante, mientras Pekín reaccionó con protestas cuando otros países restringieron el acceso a los chinos, en el caso de Rusia la prensa oficial china habló de «decisión comprensible» y las autoridades expresaron su confianza en que las limitaciones tuvieran un «impacto muy limitado» en las relaciones con Moscú.

INSUFICIENTES MEDIDAS PREVENTIVAS

Mientras la pandemia se extendía por el resto del mundo en febrero, Rusia se mantenía aparentemente inmune al coronavirus, lo que llevó al Gobierno a sacar pecho. Y ahora es una realidad que Rusia superó a China en contagios por COVID-19.

«Hemos tomado medidas de prevención mucho antes que los países occidentales», decían. «La situación está bajo control. Tenemos varias semanas de reserva», proclamó a su vez el presidente ruso, Vladímir Putin.

Con todo, la realidad epidemiológica demostró ser mucho más tozuda de lo que el Kremlin pensaba.

El retorno de casi un millón de rusos que se encontraban en el exterior provocó la inusitada propagación del virus, que desde Moscú se ha acabado extendiendo por las 85 regiones y repúblicas del país, desde el enclave báltico de Kaliningrado al lejano oriente ruso, limítrofe con China.

Paradójicamente, ahora es el Gobierno chino el que teme que sean los rusos los que transmitan el coronavirus al noreste del país, en especial a ciudades con gran influencia rusa como Harbín, la capital de la provincia de Heilongjiang.

China cerró su frontera con Rusia el 8 de abril y cinco días después, ante la llegada de decenas de casos «importados» procedentes de Rusia a esa provincia, impuso en Harbín una cuarentena de 28 días a todos los viajeros llegados del exterior, además de someterles a dos análisis de ácido nucleico y uno de anticuerpos.

MOSCÚ, TRAS LA ESTELA DE PEKÍN

A imagen y semejanza de las autoridades de Wuhan. El alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, decidió conminar a los moscovitas a finales de marzo a que se quedaran en casa ante el riesgo de que colapsar la red hospitalaria si se contagiaban.

Al principio, Putin decidió imponer vacaciones obligatorias, donde la palabra cuarentena fue tabú durante muchas semanas. Pero los rusos malinterpretaron la recomendación, motivo por el que las autoridades tuvieron que imponer gradualmente a la población un confinamiento cada vez más estricto.

Esta implantación gradual del confinamiento también se llevó a cabo en Wuhan. Donde el 23 de enero se cerraron las salidas de la ciudad y el transporte público para, a lo largo de las semanas, restringir incluso las salidas de los ciudadanos de sus complejos residenciales.

En el caso chino cabe destacar que el confinamiento fue decretado de manera desigual a lo largo del territorio nacional. Y fue mucho más estricto en Wuhan y en ciudades colindantes que, por ejemplo, en Pekín, donde se podía salir a pasear o a hacer deporte sin limitaciones.

«No tenemos nada de qué presumir. Ni siquiera hemos alcanzado el pico de la pandemia», admitió Putin la pasada semana.

Entonces, Sobianin, que ha llevado la voz cantante en la gestión de la crisis por delante del propio Putin, optó por las nuevas tecnologías como medio de combatir la irresponsabilidad ciudadana.

Impuso salvaconductos digitales con códigos QR para todo ciudadano que tenga que desplazarse por la ciudad por motivos laborales o de otra índole si es justificado.

La iniciativa se inspira en la tomada por China, donde diferentes provincias y ciudades fueron desarrollando sistemas similares, aunque independientes, de códigos QR para verificar si una persona estaba sana, lo que le daba acceso a transporte público o incluso a entrar en supermercados, o si suponía un riesgo de contagio, en cuyo caso debía ser puesta en cuarentena.

Con la ayuda china, Rusia también ha podido multiplicar el número de test, un quebradero de cabeza en las primeras semanas, hasta alcanzar los 3 millones.

Mientras, Pekín no ha hecho público el número total de pruebas realizadas, y tan solo se publican en la prensa oficial datos parciales. En algunas provincias como Hubei, origen del brote y donde el pasado día 19 se informó de que se estaban realizando 54.000 test diarios de media.

ACUSADOS DE OCULTAR DATOS

El Gobierno ruso no ha dudado en salir en defensa de Pekín cuando el presidente de EEUU, Donald Trump, responsabilizó a las autoridades comunistas chinas por la crisis epidemiológica global que amenaza con desembocar en una crisis económica mundial. Lo mismo ocurrió cuando Trump la tomó con la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Tanto Rusia como China han sido acusados de manipular u ocultar las cifras de contagiados. Rusia lo niega y Pekín también rotundamente. Aunque, en el caso de Wuhan, ya se ha llevado a cabo un primer estudio epidemiológico cuyos resultados acabaron elevando en un 50 % la cifra total de fallecidos por COVID-19 en la ciudad.

Anastasía Vasílieva, la directora de la Alianza de Médicos, acusó a las autoridades de «regular» las estadísticas para que los rusos no tomen conciencia «de lo mal que están las cosas» en el sistema sanitario.

Mientras los chinos celebraron con grandes precauciones el Año Nuevo a finales de enero. Putin ha tenido que cancelar las celebraciones del 75 aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi, previstas para el 9 de mayo y a las que había invitado a los principales líderes mundiales, incluido Xi Jinping.

En los próximos días se prevé que Putin extienda el encierro de los 146 millones de rusos hasta mediados de mayo. Y no se descarta que dicha medida se extienda después hasta el próximo 1 de junio.

Todos los planes de Putin, desde la parada militar en la plaza Roja al plebiscito constitucional del que depende que siga en el poder después de 2024, están a expensas de la evolución del coronavirus.

EFE