Miles de kilómetros en más de 20 etapas; más de 4 horas diarias pedaleando en diferentes condiciones climáticas, vientos cruzados, descensos muy técnicos que exigen toda la pericia y concentración.
Puertos de montaña con increíbles inclinaciones son solo algunas de las particularidades que tienen que enfrentar los corredores en las competencias de ciclismo más famosas del planeta.
El esfuerzo físico y el nivel de exigencia al que se someten durante varias semanas es, como lo diría un reconocido comentarista, cosa de locos y solo basta con ver las imágenes para tener una pequeña idea de todo lo que tienen que desafiar.
Pero hay mucho más!!!; por ejemplo lidiar con el público; que tampoco es tarea fácil.
Episodios como éstos en los que los asistentes corren junto al pelotón o se cruzan en la vía para supuestamente alentarlos, tomarles una foto en primer plano o una selfie, han provocado un sinnúmero de incidentes e incluso una mala reacción de los ciclistas.
Y no es para menos, pues con tales imprudencias no solo pierden la concentración y viada, sino que ocasionan graves accidentes.
¿Imagínese a un individuo disfrazado de médico pretendiendo escuchar el corazón del pedalista con un estetoscopio o queriendo arranchar la botella de agua de la boca para quedársela de recuerdo?
Unos han confrontado esas situaciones muy disgustados, otros han tomado medidas más extremas y se han defendido lanzando un golpe y habido quienes han montado en cólera y se han detenido para desfogar su ira con el causante de su caída.
Más allá de justificar o no la reacción, la gran mayoría de la gente entiende la impotencia del competidor quien aparte del dolor, pierde un tiempo realmente valioso y muchas veces irrecuperable.
Ha ocurrido también que luego de estos sucesos los ciclistas han pedido disculpas a los aficionados explicándoles el gran peligro que implica para ellos tener una caída.
Pero no solo el ser humano ha sido responsable de los problemas en plena competencia; varios accidentes los han provocado mascotas que han aparecido en el camino como por arte de magia; en muchos casos, probablemente a vista y paciencia de la mirada irresponsable de sus dueños.
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