Julian Assange se casa en la cárcel con su exabogada

El australiano Julian Assange y su prometida, la abogada sudafricana Stella Moris, se casaron en una prisión de alta seguridad británica.

«No sé qué decir, estoy muy feliz, estoy muy triste, te quiero Julian con todo mi corazón y me gustaría que estuvieras aquí», dijo Moris con lágrimas en los ojos al salir tras la ceremonia de la cárcel de Belmarsh, al sur de la capital.

Decenas de seguidores la esperaban con confeti a sus puerta.

La joven abogada que se unió a la defensa en Assange en 2011 cortó un pastel de boda.

El velo de su vestido gris plateado, diseñado por la británica Vivienne Westwood, que apoya desde hace años la causa de Assange, llevaba bordadas palabras como «libre», «tumultuoso», «noble».

La legendaria creadora punk de 80 años también diseñó una falda escocesa para el novio, en un guiño a sus ancestros de Escocia. 

Proceso

Assange, de 50 años, lucha por no ser extraditado a Estados Unidos.

La semana pasada, el Tribunal Supremo británico le negó la posibilidad de recurrir su entrega, de la que ahora tiene la última palabra la ministra británica del Interior, Priti Patel. 

Assange y Moris tuvieron dos hijos en secreto durante los casi siete años que el australiano vivió refugiado en la legación ecuatoriana en Londres, donde fue detenido en abril de 2019 cuando el presidente Lenín Moreno le retiró la protección que le había dado en 2012 su predecesor Rafael Correa.

El miércoles, los dos pequeños llegaron a la cárcel acompañando a su madre, también vestidos con trajes escoceses.

«Batalla por la libertad de prensa»

Un funcionario del registro civil realizó el enlace, al que solo pudieron asistir cuatro invitados y dos testigos.

Moris denunció que las autoridades penitenciarias rechazaron los testigos propuestos y al fotógrafo, pese a que iban a asistir «a título privado». 

«Quieren que Julian permanezca invisible para el público a toda costa, incluso el día de su boda, y especialmente el día de su boda», escribió en un artículo publicado por The Guardian, comparando esta «lógica de hacer desaparecer a una persona esperando que sea olvidada» con «lo que hacía la Rusia soviética». 

Pero los seguidores que se desplazaron hasta las puertas de Belmarsh no estaban dispuestos a olvidar.

«Una boda debe ser una celebración pero no lo es realmente en este caso», dijo Maureen Lambert.

Una londinense de 76 años, rodeada de pancartas que decían «El periodismo no es un crimen».