Igual que buena parte del mundo, Colombia declarĆ³ una cuarentena en marzo cuando el coronavirus se esparcĆa por Europa y empezaba a llegar a esta naciĆ³n.
Pero mientras que las restricciones se han levantado en varias partes, en Colombia sigue vigente la orden de permanecer en casa tras cuatro meses de encierros.
La orden fue extendida varias veces en vista de que seguĆan aumentando los contagios y una modesta reapertura econĆ³mica iniciada en abril mantiene muchas restricciones. Colombia es hoy el noveno paĆs con mĆ”s casos de COVID-19 y el presidente IvĆ”n Duque alargĆ³ la cuarentena una vez mĆ”s, hasta fines de agosto.
El impacto del prolongado aislamiento estĆ” empezando a hacerse ver: En BogotĆ”, la alcaldĆa dice que los intentos de suicidios aumentaron un 21% desde el inicio de la cuarentena. Y los psicĆ³logos afirman que se percibe un fuerte incremento en los sĆntomas de ansiedad y depresiĆ³n de sus pacientes. Los abogados dicen que estĆ”n recibiendo numerosas preguntas relacionadas con el divorcio y que con frecuencia la gente descubre que no puede darse el lujo de separarse por razones econĆ³micas.
āDe un momento a otro, mi vida cambiĆ³ā, dijo Myriam Roncancio, de 35 aƱos y quien estĆ” viviendo con sus padres tras separarse de su marido. āFue un giro de 180 gradosā.
Los expertos dicen que Colombia y un puƱado de paĆses de AmĆ©rica Latina con encierros que ya llevan mucho tiempo han tenido un Ć©xito moderado y contenido en parte los contagios, mejorado la capacidad de hacer pruebas y ampliado la cantidad de unidades de cuidados intensivos. Pero al mismo tiempo expresan temor de que la gente se canse de los encierros justo cuando se alcanza al pico de los contagios y que hay que insistir en la necesidad de tomar medidas preventivas de sentido comĆŗn.
āLo que a mĆ me preocupa es que pareciera que las cuarentenas, particularmente en paĆses de medianos y bajos ingresos, fuesen el elemento principalā de la estrategia para contener el brote, expresĆ³ AndrĆ©s Vecino, economista de la Universidad John Hopkins especializado en temas de la salud. āY creo que esto es un problema, porque, en el mediano plazo, esta estrategia se va a agotarā.
Las cuarentenas en Colombia y buena parte de AmĆ©rica del Sur son mĆ”s largas porque se impusieron cuando tenĆan menos casos que en Europa. Las cuarentenas en Europa se han ido levantando a medida que disminuĆan los casos, aunque hay paĆses de Ćfrica donde todavĆa se aplican.
A pesar de estas medias, en AmƩrica Latina, hoy un epicentro de la pandemia, los informes de infecciones siguen aumentando.
āSe querĆan tomar medidas a la misma velocidad de Europaā, seƱalĆ³ Carlos Ćlvarez, coordinador de ensayos clĆnicos de la OrganizaciĆ³n Mundial de la Salud en Colombia. āPero el momento de la pandemia era diferenteā.
Un mapa de investigadores de la Universidad de Oxford que analiza las medidas tomadas por los gobiernos revela que en buena parte del mundo ha habido un āefecto acordeĆ³nā en el que el paĆs se abre y se cierra, pero eso no sucede en buena parte de SudamĆ©rica, donde el encierro es una constante.
āNo es la Ćŗnica regiĆ³nā donde sucede eso, manifestĆ³ Thomas Hale, profesor de Oxford que dirige el proyecto.
En otras partes del mundo tambiƩn se mantuvo la cuarentena.
En Ćfrica los casos van en aumento y varias naciones impusieron medidas estrictas. SudĆ”frica, con mĆ”s de 500.000 casos, prohibiĆ³ la venta de alcohol y cigarrillos, cerrĆ³ los bares y fijĆ³ un toque de queda por la noche. El uso de barbijos es obligatorio en las Ć”reas pĆŗblicas y se cobran multas a quienes ignoran esa norma.
El āaislamiento obligatorio preventivoā de Colombia no fue tan estricto como en otros paĆses que impusieron cuarentenas. Hay 46 excepciones que permiten a la gente salir de su casa para realizar una cantidad de actividades.
PerĆŗ hizo a un lado las medidas de encierro despuĆ©s de tres meses debido a la severa crisis econĆ³mica y a la cantidad de trabajadores informales que violaban la cuarentana. Naciones como Brasil y MĆ©xico nunca cerraron del todo.
De todos modos, muchos colombianos como la barranquillera Nilva RodrĆguez, de 50 aƱos, casi no salieron de sus casas. Ella saliĆ³ apenas dos veces de la casa que comparte con sus ancianos padres, un hermano, su esposa, que estĆ” embarazada, y un hijo adolescente.
Cuando habla con parientes que viven en Miami, dice que ellos se sorprenden al escuchar que ella no puede ir ni siquiera a una playa vecina porque sigue cerrada.
Su madre, acostumbrada a ir a la iglesia todos los dĆas, se siente deprimida y se queja de que las misas por internet no son lo mismo. Su padre por momentos se pone irritable. Cada miembro de la familia se ha apropiado de un rincĆ³n de la casa que considera su refugio.
āCada mes ha tenido su drama, su situaciĆ³nā, manifestĆ³.
Las llamadas a una lĆnea especial de BogotĆ” para denunciar episodios de violencia domĆ©stica se mĆ”s que duplicaron desde que empezĆ³ la cuarentena. La alcaldĆa creĆ³ una brigada mĆ³vil que opera las 24 horas del dĆa para responder a crisis de salud mental. Un servicio telefĆ³nico municipal que ofrece apoyo psicolĆ³gico ha recibido casi 25.000 llamadas durante el encierro.
Miguel Antonio Duarte, un psicĆ³logo de BogotĆ”, dice que hoy tiene el doble de pacientes que antes. La lista incluye hombres que no pueden controlar su temperamento y mujeres que quieren poner fin a relaciones sentimentales.
āEl contexto ha posibilitado que las mujeres se den cuenta que finalmente estĆ”n siendo maltratadasā, dijo Duarte.
Al mismo tiempo, la cuarentena hace que a muchas mujeres les resulte mĆ”s difĆcil denunciar abuso domĆ©stico y pedir el divorcio, segĆŗn el abogado Jimmy JimĆ©nez.
En BogotĆ”, los residentes pueden salir a realizar actividades no esenciales solo los dĆas pare o impares, dependiendo del Ćŗltimo nĆŗmero de sus documentos nacionales de identidad. Si trabajan desde sus casas, queda poco tiempo para escaparle a esposos abusivos. Quienes desean divorciarse, pronto se dan cuenta de que no estĆ”n en condiciones econĆ³micas de hacerlo ya que apenas si pueden pagar el alquiler, los servicios y la comida de la familia.
Como consecuencia de esto, muchas parejas siguen viviendo juntas, durmiendo en habitaciones separadas.
Las crecientes tensiones psicolĆ³gicas no hacen sino agravar el estado de muchas personas que ya sentĆan ansiedad, depresiĆ³n y estrĆ©s postraumĆ”tico derivados del prolongado conflicto civil de Colombia, un paĆs donde los problemas psicolĆ³gicos constituyen a menudo un estigma.
āEste es un paĆs con traumas de la guerra, del narcotrĆ”fico, de la violenciaā, expresĆ³ el doctor Omar CuĆ©llar, director de una clĆnica privada de salud mental de BogotĆ”. āYa hay un caldo de cultivo en donde es mucho mĆ”s fĆ”cil que nuevas circunstancias empeoren el asuntoā.
Colombia ha mejorado mucho su capacidad de hacer pruebas y ha expandido sus unidades de cuidados intensivos casi un 40% desde que apareciĆ³ el brote, progresos que segĆŗn las autoridades evitaron un colapso total del sistema sanitario.
Pero expertos como el doctor Luis Jorge HernĆ”ndez, profesor de salud pĆŗblica de la Universidad de Los Andes, temen por el daƱo que puede causar el pedirle a la gente que estĆ© encerrada demasiado tiempo, incluidos una merma en las tasas de vacunaciones y un agravamiento de problemas cardĆacos de personas que ya pasaban la mayor parte del tiempo en sus casas.
āLa cuarentena ya estĆ” causando mucho daƱoā, afirmĆ³ HernĆ”ndez.
El presidente Duque dice que el paĆs estĆ” imponiendo cuarentenas mĆ”s ajustadas a las realidades de cada lugar. BogotĆ” impuso encierros mĆ”s estrictos en determinados barrios por perĆodos de dos semanas. La alcaldesa les ha pedido a personas obesas o con ciertas enfermedades crĆ³nicas que permanezcan adentro.
La unidad americana de la OMS exhortĆ³ a los paĆses de la regiĆ³n la semana pasada a que no levanten las restricciones hasta que empiecen a mermar los contagios.
Para Roncancio, cuyo matrimonio de diez aƱos terminĆ³ abruptamente, la vida ha quedado en suspenso.
Cuando ella perdiĆ³ su trabajo como administradora de un restaurante al principio del brote y su esposo se quedĆ³ sin su empleo como maletero en el aeropuerto de BogotĆ”, no pudieron pagar el alquiler y las peleas se intensificaron. Fue entonces que decidiĆ³ irse.
Ahora comparte una habitaciĆ³n con sus dos hijos en el departamento de sus padres y sale solo dos veces a la semana para comprar comida.
āParece un pueblo fantasmaā, manifestĆ³. āUna no se acostumbra a esoā.