¿Qué pasa con la campaña electoral tras el positivo de Trump de COVID-19?

La ocupadísima agenda electoral que tenía el presidente estadounidense, Donald Trump, ha llegado a un final digno de guion tras dar positivo por SARS-CoV-2 y tener que confinarse en la Casa Blanca.

Con sus llamadas a Fox News y sus clamores en Twitter como principal vía de escape, y ahora abre la incógnita sobre el futuro de la campaña para los comicios del 3 de noviembre.

Tras el positivo por coronavirus del presidente y la primera dama Melania Trump todo el calendario de eventos de campaña queda en el aire.

Pese a que el vicepresidente, Mike Pence, ha dado negativo en su prueba de la COVID-19, el hecho de ser el segundo en la línea sucesoria hace pensar que no se le expondrá innecesariamente a posibles contagios derivados de los viajes de campaña.

Con lo que la logística electoral republicana se complica en un momento en que se esperaba un maratón de mítines en los estados más disputados.

Campaña y presidencia inciertas

Con Trump, de 74 años, confinado, los dos interrogantes principales es si el mandatario podrá desempeñar sus tareas presidenciales.

Ocupaciones que en ocasiones requieren de reuniones con su equipo en espacios cerrados como la Situation Room, o en la campaña electoral.

Aún quedan dos debates presidenciales programados para el 15 y 22 de octubre en Miami y Nashville, respectivamente, frente al aspirante demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden, tras el celebrado el martes en Cleveland (Ohio).

Y aunque se podrían realizar en formato virtual, a juzgar por lo bronco y difícil de moderar el primero sería una pesadilla para los encargados de mediar entre los dos candidatos.

Biden, que este viernes confirmó su negativo por COVID-19, ha mantenido sus eventos de campaña, con lo que podrá pedir el voto por los estados más importante del Medio Oeste o sur, mientras Trump se conforma con movilizar a su base y pedir el sufragio desde Washington.

El coronavirus, el tema principal

La pandemia venía siendo el tema principal de la campaña, con Trump defendiendo los que considera sus logros frente a la COVID-19 y Biden criticando su gestión.

Pero la muerte en septiembre de la jueza progresista del Tribunal Supremo Ruth Bader Ginsburg le había robado protagonismo por la vacante que deja en una corte, que tiene el poder de cambiar las leyes del país durante décadas.

Además, la intención de Trump de que quería confirmar a su nominada, una magistrada ultraconservadora y antiabortista, antes de los comicios.

En los últimos días, la discusión política se había centrado en el formato de los debates electorales, tras un primer cara a cara Trump-Biden, muy caótico y con innumerables interrupciones por parte del presidente.

¿Y si la salud de Trump empeora?

Pence, que ha dado negativo en una prueba tras conocerse la infección de Trump, podría tener que limitar su exposición al público al ser el segundo en la línea sucesoria de poder en EE.UU.

Si Trump enferma hasta un punto en que no puede desempeñar su cargo como jefe del Ejecutivo, el vicepresidente tendría que tomar las riendas, algo que pondría al país en una crisis sin precedentes en unas elecciones ya de por sí inciertas.

Con la Casa Blanca deslegitimando el voto por correo y preparada para recurrir al Tribunal Supremo si hay disputas en el recuento para decidir el ganador.

A un mes de las elecciones

Trump muestra ya unos «síntomas leves» y tiene por delante 32 duros días hasta los comicios.

Su salud puede deteriorarse, pero a buen seguro seguirá intentando movilizar a sus votantes y al tiempo dirigir el país, en unas semanas clave antes de la contienda electoral.

Alrededor de 2 millones ya han votado anticipadamente, pero los que no han depositado su papeleta aún se enfrentan ante la duda de hacerlo por un presidente que desde el comienzo de la pandemia negaba la gravedad del virus y que ha mostrado un desdén absoluto por la distancia social y las mascarillas en sus eventos de campaña.

Si Trump enfermara seriamente o falleciera, una posibilidad ahora a considerar, la línea sucesoria pasa por Pence y como última salvaguarda la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi.

¿Y si supera la enfermedad?

El presidente ha reconocido que subestimó intencionadamente la gravedad de la pandemia en sus discursos en febrero y marzo, a sabiendas de la gravedad de la COVID-19, para, según él, que no cundiera el pánico, e incluso no empezó a usar mascarilla facial hasta julio pasado, aunque ha seguido criticando su empleo.

Si superara la enfermedad es una incógnita si saldrá reforzado o si le arreciarán más críticas, de cara a las elecciones.

El jueves mantuvo su agenda en Bedminster (Nueva Jersey), donde participó en dos actos de campaña, pese a conocer que su asesora, Hope Hicks, había dado positivo por COVID-19, reconoció hoy su jefe de gabinete, Mark Meadows.

Eso no fue óbice para que Trump se dirigiera a un encuentro con un centenar de donantes en su campo de golf de Bedminster el jueves por la tarde, cuando ya conocía el positivo de Hicks.

A su regreso, nada más bajar del helicóptero presidencial en los jardines de la Casa Blanca, Trump , con cara de cansancio, confirmó en una conversación en directo con su amigo Sean Hannity de Fox News que su asesora se había infectado y que él se había sometido a la prueba y estaba a la espera de resultados.

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El positivo de Trump

Trump pareció culpar los encargados de su seguridad en aquella llamada al filo de las 10 de la noche: «es difícil cuando estás con soldados, con pilotos, con Marines y policías (…) Es difícil decirles que retrocedan».

Tres horas después, el presidente confirmó que había dado positivo por SARS-CoV-2 y que se ponía en cuarenta.

Trump, un incansable orador que arenga a cientos de simpatizantes hasta dos veces al día en los estados que decidirán el ganador de las elecciones, se queda en casa bajo observación médica, por el momento, indefinidamente.

EFE